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Soy lo suficientemente valiente para decir que realmente estaba jodido, admitirlo no es para cobardes.

Los días seguían pasando, debo decir que de una forma fenomenal teniéndolo a mi lado, por primera vez había sucumbido ante el placer y eso me encantaba, me volvía loco, más de lo que ya lo estaba por él.
Lo había manchado, tal y como predije, lo había quemado, las llamas ardían y su cuerpo ya tenía las claras marcas del placer, ahora ya tenía algo mío: sus quemaduras, invisibles, pero tan visibles a la vez.

Uno de esos días pude ver cómo me veía ante sus ojos, pude ver el miedo, mucho más palpable que antes, ahora sabía que mataría sin dudarlo, aunque desconocía el hecho de que a veces dudaba o que mínimo me culpaba por ello. Pero era parte de mí, de lo que hacía. Duncan tenía miedo de mi faceta asesina, aquella que había comenzado a tener desde que, aparentemente, maté a mi madrastra en un accidente automovilístico. Él tenía miedo por lo que había visto, sus manos temblaban, todo él lo hacía, sus ojos estaban llorosos, lo único que quería era calmarlo y hacer que estuviera tranquilo a mi lado. Quería que me viera con otros ojos.

Esa fue la primera vez que probé sus labios, tan suaves como siempre pensé que serían.

Nuestra relación era insana, un secuestrador y su secuestrado, una relación retorcida e inhumana, pero era lo que teníamos, éramos un nosotros muy raro, nos habíamos convertido en eso, a pesar de que éramos como agua y aceite. Sé que si esto no hubiera pasado, en mi vida lo habría visto, en su vida me habría conocido, ambos seríamos ajenos a la existencia del otro, tal vez agradecería que él nunca hubiese conocido la jodencia de mi ser.

Como dije, aceptaba lo jodido que estaba, mi mundo era terriblemente diferente al suyo, con un medio hermano como Silik, con una madrastra loca, psicópata e inhumana que ahora parecía estar muerta, con mis padres muertos, con un maldito negocio horrible... Obviamente estaba jodido, todo eso me había formado como lo que era en ese momento, un manojo de posesividad, control, egoísmo, obsesión y unas cuantas mierdas negativas más.

La única luz que había encontrado era él, tal vez me había rescatado de un agujero oscuro y húmedo, sin saberlo probablemente había sido rescatado por unos ojos verdes, pero no lo sabía, hasta ese momento no lo sabía. Y si él me había rescatado de un hoyo lúgubre y horrible, estaba más que jodido, porque mi única respuesta fue arrastrarlo a uno peor.

Ambos estábamos perdidos, porque ambos estábamos enamorándonos o, al menos, yo lo hacía, qué puta locura. 

Menos de una semana había pasado y el cambio era enorme, ahora él era más mío de lo que jamás había sido, el problema es que había una gran traba entre lo que deseaba y lo que debía hacer, su escape estaba a la vuelta de la esquina, sabía que él y Derek seguían planeando todo, pude escuchar sus susurros algunas veces, pero procuraba dejarlos solos como pensaban que estaban para así no detenerlos el día que Duncan tuviera que irse.

Si a mis oídos llegaba la forma y la hora en la que escaparía sabía que lo detendría, que no me importaría nada con tal de seguir teniéndolo a mi lado. Así que solo el día en el que todo pasaría era lo único que almacenaba y que repetía una y otra vez.

Pronto me arrepentí por eso.

Ese día, esa llamada, esa noticia, esa pérdida, esa maldita pérdida... Me dolía, claro que me dolía, mucho más verlo a él, odiaba la idea de que sus ojos perdieran algo de ese hermoso brillo que había comenzado a aparecer, anhelaba que ese egoísmo que me caracterizaba fuera mayor cuando supe de su escape, sin embargo, me había ablandado, él me hacía ser diferente, no sé si mejor, pero me hacía cambiar. 

Tal vez si hubiera sido más egoísta, más precavido, tal vez así nada de esto haya ocurrido y nuestra historia sería diferente. Pero no lo fue ni lo sería, al menos no de esa manera, si no todo lo contrario.

Había comenzado a quererlo, una forma de amor tan retorcida como la vida misma, pero era amor, el amor en el que yo creía. O tal vez en el que quería creer.
Sus ojos, su cuerpo, su forma de hablar, eso todo el día estaba en mi cabeza, no había un momento en el que no pensara en él, salvo aquellas veces en las que los negocios necesitaban de mi cerebro para marchar.

Ese día que todo pasó,- porque no tengo los suficientes cojones para decirlo con todas sus palabras,- no hice más que emborracharme por la noche, después simplemente me sujeté los pantalones y afronté todo lo que pasaba porque si él lo logró o trataba de lograrlo, yo también tenía que hacerlo. No ser un imbécil borracho que intentara olvidar.

Quería darle mi apoyo, quería que él estuviera mejor, que se sintiera comprendido y que pudiera vivir con lo que había pasado. Sé que superarlo no sería fácil, pero no tenía por qué superarlo, solo aprender a vivir con ese recuerdo. Y estaría ahí, a su lado, caminando junto a él, ayudándolo y protegiéndolo.

Así que decidí dar un paso más, era lo mínimo que podía hacer por él, no quería devolverlo a ese agujero gris y húmedo al que había llegado hace un mes, donde se había quemado junto conmigo. O por mí.

Ahora ambos renaceríamos de las cenizas.

El Privilegio De Ser Tuyo | A.W.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora