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Menos de una semana había pasado y yo estaba más hundido que el maldito Titanic, la única diferencia era que estaba en agua y yo en la bebida, si no estaba trabajando no tenía otra cosa que hacer más que tomar whisky, tequila y cualquier otra cosa con más de 14 grados de alcohol. Algunas veces el piano parecía llamarme, pero no lo tocaría, no si no había nadie que me escuchara, algunas veces Derek parecía saber mis deseos e intensiones y me decía que podía tocar, que le dedicara una. 

- Tócame una canción, amor mío, exprésame tu amor con una melodía. - esa fue una del par de veces que eso había pasado. Llevaba un rato mirando el piano, aunque mi mirada seguramente se veía perdida. Ya pasaban de las tres de la mañana y aun no podía siquiera tocar mi cama. 

- Cállate, no me molestes. - lo mandé a callar como todas las veces. Y como todas las veces su respuesta cambió. A ese imbécil no le faltaba imaginación. 

- Bueno, entonces tócame esta. - lo mire mal y le di otro trago a mi vino porque el maldito whisky ya se había terminado. Me lo había terminado, mejor dicho - Andas muy amargadito. 

Fue lo último que dijo en toda la noche, pero nunca se fue, él era así, era leal, amaba a su familia y a sus amigos, de verdad tenía personas por las que preocuparse, personas por las que seguir vivo. Yo casi nunca las tuve, mamá falleció, papá era un idiota, Tamara era una zorra y no porque anduviera con hombres sino por su astucia, Silik nunca me cayó bien... Durante un gran lapso de mi vida estuve solo, después conocí a Derek y sentí que mi vida comenzaba a tener un poquito más del sentido que había perdido, cuando conocí a aquella mujer también sentí que mi vida sería más completa, vaya la sorpresa que tuve cuando descubrí que no era nadie más que Duncan Foster, el chico que terminó de completar todo. Como mamá me contaba cuando era pequeño, él lo era, él era diferente, era puro, al menos para mí, a decir verdad él no tenía maldad resguardada en su corazón, no tanta como la de la mayoría de personas que había conocido a lo largo de mi vida y que, más que sumar, quitaban. 

Con Duncan ahora hasta sentía tener un pedazo de mamá siempre cerca porque era como si ella lo hubiera traído hacía mí, como si ella hubiera hecho algo para que nos encontráramos, ella parecía haber profetizado mi destino, aún sin saberlo o sin pensarlo. 

Me tomé de jilo el trago al haberlo recordado más que antes. 

- Ya detente y ve a dormir. - negué. Quería olvidar y no lo lograba por más borracho que estuviera, así que solo seguía trayéndolo a mi mente, si no puedes con el enemigo, te unes a él. Fácil. 

Cuando estaba ebrio su recuerdo era más palpable, podía sentirlo, había noches en las que juraba que lo tenía a un lado, sentía su toque, escuchaba su respiración, su voz... Mi imaginación era poderosa cuando estaba inundada en alcohol. 

Otro día más había llegado y seguía sin recibir ninguna llamada de su parte, pero sabía lo que hacía, Isaac se encargaba de ello, no había un día en el que no me llamara para decirme lo que estaba haciendo Duncan, si estaba bien, si no había problema alguno, todo me lo informaba. Había sido una buena idea el mandarlo a vivir cerca de la granja de Rick, el esposo de Marie. 

En una de esas llamadas me dijo que Duncan se levantó antes del amanecer y sin compañía salió de la casa a sentarse en un columpio, estando ahí un largo tiempo. En cuanto me enteré lo primero que deseé fue ir a verlo, me ponía mal pensar que sufriera  o que me extrañara y que no se atreviera a llamarme solo por miedo o por alguna razón desconocida. 
Pero yo no podía ir, no así, él tenía que llamarme, solo una palabra suya y sus deseos se harían realidad, solo una de sus palabras haría que yo hiciera hasta lo imposible por él. 

Me había obsesionado tanto, estaba tan perdido. Cuando alguien como yo encontraba a alguien a quien adorar y amar era imposible que se atreviera a dejarlo ir. Él era mío, su cuerpo, sus besos, sus palabras, sus demonios, todo de él me pertenecía y nadie podría arrebatarlo de mi lado, solo la muerte. Y aun después de la muerte estoy seguro que seguiría amándolo. 

Lo extrañaba muchísimo y siempre mi maldita mente se ponía a divagar: ¿y si no vuelve?, ¿y si simplemente se cansó y decidió irse para siempre?, ¿y si lo pierdo? Esos eran los pensamientos que me mandaban a la mierda en cuestión de segundos, por eso no paraba de trabajar, así estaba ocupado, pero el trabajo siempre se terminaba al finalizar el día y solo restaba dormir o beber, la segunda era la mejor opción, así siquiera lo sentía cerca, aunque no lo estuviera.

Fue así que llegó ese día, ese glorioso día, estaba por llegar el crepúsculo y yo estaba por llegar a casa a tomarme otra botella de whisky y a ser molestado por Derek casi toda la noche, cuando mi teléfono comenzó a sonar, pero era el teléfono que le había dado a Duncan, solo sonaría si era él quien me llamaba, lo ignoré al principio pensando que sería de nuevo una persona equivocándose de número, pero la duda me ganó y comencé a buscarlo, lo había arrojado la anterior vez, que alguien se equivocó, encabronado. Rebusqué hasta encontrarlo debajo del asiento, menos mal no había colgado, contesté de inmediato. 

- Ashton. - su voz me devolvió la vida, era como si hubieran pasado años desde la última vez que lo escuché hablar. Sonreí instantáneamente.

- Estaba esperando tu llamada. - decía la verdad, no había hecho otra cosa más que esperar. Lo esperaría siempre, tal y como un perro espera a que su amo vuelva del trabajo. Lo esperaría tal y como las plantas esperan la primavera. Lo podría esperar cien años, incluso, lo esperaría mil más. 

- Lo sé. - sonrío más al escucharlo, mi pecho saltaba de la emoción. 

- En este momento irá uno de mis hombres por ti, solo espera un poco. - le dije sabiendo que no podía ir yo mismo, tenía que ducharme y mínimo verme menos como un alcohólico para cuando lo viera.

Colgué después de confirmar que estaría listo para volver. De inmediato le comuniqué a Isaac lo que debía de hacer y me enrumbé a casa, tenía barba de muchos días adornando mi cara, apestaba a alcohol y a cigarro, además de estar despeinado, se me notaba lo poco que había dormido y lo poco que me había cuidado en todo este mes. Nada más al llegar a casa me aseé y me puse decente, ahora solo quedaba aguardar por él. 

Me encontraba dando vueltas en la sala de estar cuando supe que había llegado, Derek y Layla fueron los primeros en salir, yo me quedé estático por un momento, mi corazón estaba al mil por hora con solo saber que lo vería, me miré una última vez en el espejo y salí. Sus ojos verdes me miraron en cuanto mi voz salió, sin pensarlo trotó hacía mí y me abrazó con fuerza, yo hice lo mismo, era como si quisiera fusionarlo conmigo, lo había extrañado tanto y no me dio pena el decírselo. Era real ahora, su cuerpo en mis brazos, su calidez, su respiración, todo era real ahora y no solo mi imaginación de borracho, ahora lo tenía aquí, cerca de mí y jamás lo soltaría de nuevo. 

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⏰ Última actualización: Apr 09 ⏰

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El Privilegio De Ser Tuyo | A.W.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora