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15. Duele, pero podría doler más, ¿cierto?

Respiré con pesadez cuando Dalia consiguió tomarme en sus brazos, alejándome de la chica.

— ¿Todo esto es por ella?— las lágrimas amenazaron con salir, al exponer la verdad—, ¿me odias porque ella también lo hace?

— ¡No te atrevas a hablar de ella!— Gritó dando un paso más cerca de mí.

—Si tú hablas de mi madre, yo hablaré de la tuya.

—No tienes ningún derecho.

—Tú no tienes ningún derecho a odiarme de esta manera solo porque ella lo hace— la voz de la maestra se hizo presente, y con ella, los pasos de los alumnos que faltaban—. Sé que ella te lo dijo todo, pero sabes que, no sé cómo puedes estar tan orgullosa de que tu madre sea una hija de puta.

Las palabras escaparon de mi boca con tanto rencor que no me reconocí.

— ¡Cállate!— Gritó furiosa. — ¡Esto no es culpa de mi madre!

—Tu madre está obsesionada con jodernos la vida. Y sí, mi padre fue un cobarde por acostarse con ella al estar casado, pero tú lo eres más, por aceptar jugar el estúpido juego de tu madre.

— ¡No sabes nada, Marian!— Escupió furiosa, la maestra ya estaba dentro del aula y ahora éramos el entretenimiento de todos—. No te atrevas a seguir hablando de mi madre.

Siempre creí que toda la culpa era de ella, que Selene era la perdición para la relación de mis padres, luego entendí que no.

Que ellos ya estaban fracturados desde hace mucho, y ella solo fue la grieta que marcó la separación.

Pero eso no justificaba lo que pasó hace unos días o hace dos años. Nada justificaría lo cruel que fue Selene al recordarle a mi familia que era un puto caos.

— ¿Qué está pasando aquí?— con dificultad, la profesora logró pasar la barrera de alumnos que se había creado a nuestro alrededor.

Detrás de ella, una pequeña castaña, la seguía de cerca.

—Es toda su culpa— ignorando las palabras de la mujer, Dhayana continuó con la disputa—, de tu madre— añadió—. Es su culpa que mi madre no pueda ser feliz.

¿Lo era? Quizá Dhayana no conocía toda la historia, quizá ella no veía los mensajes que su madre enviaba a diario a Lilian.

Las veces que la acosó, que tuve que consolarla porque no soportaba los insultos que le decía.

Selene no era una buena persona.

Lilian tampoco.

Ni mucho menos mi padre.

— ¡Sepárense ahora o las llevaré a dirección!

Conseguí soltarme de los brazos de Dalia, quien se descuidó al escuchar a la maestra.

—No soy la persona que debe recibir tu odio— dije—, y no me importa lo que pienses de mí, si te doy asco o no, es tu problema.

Los ojos de Dhayana estaban cristalizados, cuando me di la vuelta dispuesta a acabar con todo.

Entendí que éramos dos chicas peleando una guerra que no nos correspondía, pero cuando la escuché hablar, supe que las cosas ya habían avanzado lo suficiente como para fingir que no pasaron.

—Pero nada cambia el hecho de que seas una enferma, y un bicho raro al que le gustan las mujeres.

Me metí con su madre, y ella se metió con esa herida que recién comenzaba a crearse en mi pecho. La inseguridad de pensar que es lo que la gente iba a decir de mí.

Nos vemos en las canciones ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora