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❝ Caperucita roja perdió el interés en los príncipes azules, cuando descubrió que el Lobo feroz tenia todo más grande ❞
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✫ HALLOWEEN SPECIAL ✫
► Historia basada en el anime...
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"Estúpido, imbécil, idiota, cabrón de mierda".
Scarlett se dedico a rumiar todos los insultos que conocía mientras limpiaba sus labios con la manga de blusa roja que usaba. Se sentía tan asqueada por haber sido besada por su exnovio, que hasta la idea de lamer el lodo le resultaba más atrayente.
Se adentró en el bosque implorando a todas la deidades le concedieran la fortuna de encontrarse con Megumi. Conociendo el camino de memoria, anduvo por varios metros has que ubicó la roca donde tomó asiento. El crepúsculo estaba en su hauje, algunos rayos de color melocotón se filtraban entre las miles de ramas, Scarlett nunca se había detenido a observar lo mágico que se volvía el paisaje después del atardecer... De algún manera inexplicable, todo parecía cobrar vida, incluso se podía oír a lo lejos una agradable e hipnotizante melodía, un sonido que nunca antes había oído.
Tal como Scarlett esperaba, Megumi apareció; su corazón se aceleró y sonrió ante lo etéreo que parecía bajo las luces crepusculares. En silencio y mirándolo a ese par de precios zafiros que el azabache tenía por ojos, lo vió atravesar el prado hasta llegar a ella, quién se desplazó sobre la roca, cediendo lugar para que él se pudiera sentar.
"¿Todo bien?", él fue el primero en preguntar.
"Ahora que estoy aquí, contigo... todo está excelente", ella colocó su mano sobre la rodilla del hombre. "¿Qué pensarías si digo que te eché muchísimo de menos?"
"Qué estás igual de jodida que yo", su mano cubrió la de Scarlett y sin ella saberlo, realizó una rápida inspección para asegurarse de que no estaba lesionada. "Me mataba la idea de no volver a verte", añadió, soltando la pesadez instalada en su interior.
Scarlett apoyó su cabeza en el hombro de Megumi y entrelazó sus dedos en un agarre firme, disfrutando la sensación de mariposas que plagaba su estómago. Al rededor del azabache se sentía como caminando entre campos floreados, se ponía soñadora y atolondrada, y a la vez, demasiado conciente de lo que ocurría... Algo totalmente diferente a cualquier cosa que alguna vez hubiese experimentado y por ningún motivo deseaba dejar de sentirlo.
