Desde el día en que Albert Grimm había sido llevado al Orfanato de Santa Celestina, Miss Catia había adorado al pequeño pelinegro, de grandes ojos grises e inteligencia desbordante.
Albert fue tomando uso de la conciencia y deseaba saber cómo había llegado ahí, pero cada vez que preguntaba, le ignoraban o le decían “No sé”. Cuando hablaba con otros niños, muchos les decían que tampoco sabían el por qué eran huérfanos, así que con el tiempo, dejó de preguntar.
Ella había sido informada de la historia del niño, cosa que no le importó, no pudo evitar quererlo, pero el transcurrir de los años, llevando al pequeño a los diez y sin haber sido adoptado, por el historial, dio a comprender que, a los demás habitantes del reino, aquella historia había manchado al niño.
Los mayores, chicos de trece a dieciséis años, que se habían quedado sin ser adoptados, y eran el corazón de Miss Catia, se relacionaron más con Albert, uno de los chicos, que tenía sinositis, no paraba de pronunciar su nombre "Albeck" a todos les llamó la atención, y con el tiempo le apodaron Beck, dandole la bienvenida a su “manada”.
Con el tiempo, Beck tuvo otra duda existencial, ¿Por qué no le quisieron adoptar? Cada vez que se acercaba a Miss Catia y le preguntaba, ella solo respondía:
-Eso es porque eres un niño muy especial, y no pueden soportar a no compararse contigo.
Con el pasar de los años él aceptó aquello, cuando llegó a la edad que ya ésa historia sonaba tonta, había registrado en su mente que Miss Catia le había adoptado junto con los “renegados” y que ella era su madre, y en mucho tiempo no se preocupó del pasado que no podía recordar.
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La Capa de Aquel.
RomanceÉl no puede recordar su pasado. Ella desearía poder deshacerse del suyo. Con sed de incertidumbre, ambos se unirán para descubrir la causa de las atrocidades que los acechan. Un mal que va detrás de tres linajes no tan distintos, varias promesas, un...