La gran habitación se encontraba sumergida en la noche, iluminada por diminutas velas, esparcidas a lo largo de la habitación, en el medio de ésta, una joven bailaba, su traje cubría cada una de sus extremidades, por la escasa luz se podría decir que el color de éste era turquesa. La cabellera de ella era larga y negra, su piel pálida.
Una niña la observaba, recostada en la cama, moviendo sus manos al compás de los movimientos de quien danzaba. Un objeto se estrelló contra la ventana, y el rostro de la joven se giró, la niña palideció severamente y pudo contemplar el rostro de la pelinegra, justo donde debían de ir los ojos, habían dos grandes hoyos oscuros, que podrían absorberlo todo.
...
El rostro de Beck se encontraba pálido y sudoroso. Levantó sus manos, a través de la poca luz que entraba por la ventana, pudo ver sus dedos sangrando y las uñas carcomidas.
¿Qué era lo que le había espantado tanto de aquel pasaje? Nunca lo averiguo, y por aquella noche, no volvió a dormir.
Decidió salir de la casona antes de que el más madrugador despertase, no tomó un baño, salió en ropa de dormir, las manos adoloridas, a causa de sus dientes, resguardadas dentro de sus bolsillos.
Caminó varias millas cuando sus oídos comenzaron a zumbar.
¿No te sientes algo solo, Albert? ¿No crees que sea peligroso, para un muchacho tan joven, dar un paseo sin que nadie lo sepa? Cualquier cosa podría pasar.
Su corazón latió con fuerza, un escalofrío recorrió su espalda, tuvo esa sensación de que estaba siendo observado, y sin más, echó a correr.
Sus oídos zumbaron, sintió como si aquella voz desconocida comenzase a reír, se dio manotazos en las orejas, al llegar al lago, se lanzó dentro de él, la voz tardó en desaparecer.
Nadó hacia la superficie y tomó una gran bocanada de aire, sintió un cosquilleó en los pies, y se sacudió por la incertidumbre.
-No creo que haya cocodrilos- Exclamó una suave voz- Deben ser los peces, ¿Sabes?
Los ojos de Beck se enfocaron en una blancuzca figura, sentada a la orilla del lago, no había reconocido a la niña por la voz, ya no era a la que se había acostumbrado, ahora su tono era suave y ligero, como el que su apariencia sugería.
Y lo que le intrigó con notoriedad fue la sábana blanca que cubría su cabeza, abrazaba sus brazos y envolvía sus pies, en vez de su prenda de vestir más importante.
Sus manos le cosquillearon, observó pequeños pececillos lamiendo sus palmas, los sacudió y aseguró limpiar la sangre que había en ellas, luego se acercó a la niña.
-No te vi al llegar- fue lo que respondió él.
-Haz estado mucho tiempo bajo el agua- murmuró ella.
-¿Cuánto? Exactamente.
-Uno o dos minutos.
-No sé de dónde has salido- espetó él, con repentino enojo.
-Te he visto correr, desde las casas de los perros, y te he seguido- dijo ella- Pero has estado tan concentrado, ejercitándote…-Lo miró de arriba hacia abajo- Que no lo notaste.
-¿Por qué me has seguido?
-Porque quise hacerlo- Gina suspiró y se levantó del suelo- Veo que te encuentras bien- Sin más, se fue.
Y Beck quedó completamente sólo, o eso quería creer él.
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La Capa de Aquel.
RomanceÉl no puede recordar su pasado. Ella desearía poder deshacerse del suyo. Con sed de incertidumbre, ambos se unirán para descubrir la causa de las atrocidades que los acechan. Un mal que va detrás de tres linajes no tan distintos, varias promesas, un...