El cuerpo de Julian temblaba, su piel se erizaba al sentir el cálido aliento de Shun en su oído, su corazón palpitaba con fuerza como si deseara escapar de su pecho, en su mente las palabras del joven kido resonaban una y otra vez.
~El chico al que amas ya no existe y pronto tu tampoco- La fuerza de su agarre se intensifico, una extraña sonrisa llena de picardía y malicia se mostro sobre aquel rostro, la luz del faro no volvió a iluminarlos, cada rastro de luz en la mansión y sus alrededores se extinguió, podía sentir como el oxigeno abandonaba sus pulmones, el cabello antes verde se tiño de la oscuridad, sus gestos antes inocentes y puros ahora causaban terror en quienes lo miraran.
~Pude divertirme más contigo, pero creo que así es mejor.- Aprisiono los labios de Julian con brusquedad haciendo que de estos brotara sangre, continuo con fuerza invadiendo su cavidad con su lengua, con la sangre había delineado unos cuantos símbolos los cuales le hicieron sentir como si una corriente eléctrica recorriera su cuerpo, quemándolo e inmovilizándolo, su vista se fue opacando mientras el resto de sus sentidos abandonaban su cuerpo alcanzando a escuchar una frase que lo lleno de terror.
~Bienvenido, Hermano.
El mar se agitaba, la marea subía, Poseidón había regresado a la vida, la sonrisa de Hades nada decía, cruzo su rostro con la mano en puño, levantando aquel rostro para hacerlo suyo.
Una relación extraña tan antigua como los eones, las emociones humanas no aplican a los Dioses, la oscuridad cubrió la tierra, ya nada se podía hacer por ella, tomados en brazos dejaron surgir el caos, promesas del pasado se cumplían esa noche, la tierra se purgaría con su azote.Athena veía el cuerpo de Seiya ser atravesado por las flechas de los enviados de Zeus, mientras era llevada por la fuerza ante su presencia, lo mismo había ocurrido en los 5 picos, aunque Shiryu intento pelear no fue suficiente las flechas cubrieron su cuerpo mientras Shunrey intentaba sin éxito evitarlo, en la isla de la reina muerte el volcán había hecho erupción, cubriéndolo todo de lava, las palabras que el fenix planeo algún día confesarle a su hermano murieron junto a todo rastro de vida en aquella isla, mientras que en Siberia un pequeño niño golpeaba desesperado la capa de hielo bajo sus pies esperando que aquel caballero saliera y los salvara, pero eso nunca paso, las montañas se derrumbaron, los barcos se hundieron por las corrientes que a su vez arrasaron con todo a su paso.
Ambos se besaron nuevamente y admiraron los astros que se reflejaban sobre el mar, recordando una época mucho tiempo atrás, donde solo ellos habitaban el mundo.