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La ubicación de la casa en la que se realizaría el evento estaba un tanto lejos, pese a esto, Artemisa arribó seguida de sus amigos sin ningún tipo de problemas. Aunque, la pelinegro pudo notar la clara inquietud en la expresión de Melascula al verla bajar del auto de Gowther.
Por esto, y mientras los otros dos chicos caminaban delante, Artemisa se situó a un costado de la de cabellos lila.
"Mela, quita esa cara." le pidió, atrapando su mano en signo de apoyo.
"¿En dónde nos encontramos, Misa?" preguntó en respuesta Melascula, mirando la mansión frente a ella.
"En un centro de peleas clandestinas." la de cabellos negros sonrió.
"¿¡En un qué!?"
Soltando una risa la de cabellos negros se adelantó y con sus tres amigos a sus espaldas, entró a la casa llena de personas en decadencia; hecho que en vez de causarle repulsión, le daba exactamente lo mismo. Después de todo, ella también era una persona en decadencia, no tenía nada qué criticar.
"Busquemos algo para beber; andando." Grayroad se colgó del brazo de Artemisa, más entusiasmada de lo que antes había estado.
"Para este tipo de lugar, sí, me temo que es necesario conseguir alcohol etílico." opinó Gowther, ajustando sus lentes.
Melascula se colgó del otro brazo de Artemisa mientras esta rodaba los ojos, burlándose de su amigo sabelotodo.
Entre empujones y algunos insultos, consiguieron arribar a la cocina, un lugar sumamente desordenado y repleto de botellas y cajetillas de cigarros. Artemisa no desperdició la oportunidad y tomó tres de las cajetillas, recibiendo las miradas reprobatorias de sus tres amigos.
"¿Qué? Esto es más práctico." la azabache se encogió de hombros.
Melascula meneó la cabeza, procediendo a servir en cuatro vasos unas cinco pulgadas de ron blanco, del cual bebieron en seguida e hicieron varias muecas por el ardor. Artemisa rellenó su vaso y sacó un cigarrillo, pero no acabó de conseguir el encendedor cuando un brazo le rodeó los hombros y le empujó un poco hacia adelante.
"No sabes cuánto me agrada vete, Arte." el chico pegó el cuerpo de la azabache al suyo por completo, manteniendo la lobuna sonrisa que mostraba sus afiliados colmillos.
"No me toques, idiota." Artemisa gruñó, alejándose con brusquedad del chico que apenas podía considerar un amigo.
"¡Maldita sea, pero si trajiste a los sumisos contigo!" el de cabellos azules lanzó una poderosa carcajada, mirando a los tres jóvenes parados tras Artemisa. "Creí que no les vería de nuevo, pequeños tontos." siguió riendo.
