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"Esta noche haremos algo muy divertido." comentó la pelinegro mientras le quitaba la cáscara a una mandarina.
"Es lunes, Misa." Grayroad la miró con confusión.
Al escuchar eso, Artemisa no pudo evitar recordar que solo habían pasado unos días desde que Gloxinia le había ayudado a llegar a su casa. Para su suerte, su tobillo estaba totalmente curado y ya no dependería de nadie.
"¿Y eso qué?" alzó las cejas con burla.
"¿A dónde quieres ir?" quiso saber Gowther, ladeando su cabeza.
Artemisa sonrió de forma maliciosa.
"Es una sorpresa." dijo, haciendo a Melascula suspirar con pesar.
El cuarteto se dirigió a sus clases cuando la campana sonó, Artemisa se separó al no compartir su materia con ninguno de ellos y se preparó mentalmente para entrar a su clase de dibujo. No lo detestaba, pero nunca le había tomado interés al arte, realmente no llamaba su atención; por lo cual, lo único que hacía en esa clase era dormir.
Cuando llegó tomó asiento al final, decidida a tomar una buena siesta mientras el profesor pedía realizar lienzos estúpidos que no llegarían a ninguna parte. La pelinegro se recostó sobre sus brazos, después de darle una molesta mirada al lienzo en blanco junto a ella.
"Señorita Demon." ni siquiera había cerrado sus ojos cuando escuchó su apellido en una profunda voz. Alzó la cabeza con fastidio, hallando a su maestro frente a su mesa mirándola con reproche. "Señorita Demon, le pido de la manera más amable que trabaje en su lienzo. No quisiera enviarla a detención... nuevamente." forzó una sonrisa y sin esperar respuesta de la joven se devolvió a su escritorio.
Artemisa frunció el ceño, poniendo derecha su espalda para hacer el intento de obedecer, puesto que no quería regresar a detención por más que le molestara esa clase. De mala gana hizo a un lado su mesa y arrastró el lienzo hasta que quedó frente a ella, suspiró al tomar el pincel limpio, dándose cuenta de que no tenía ni la más mínima idea de qué hacer.
"Esto es una pérdida de tiempo." susurró con molestia, empapando el pincel en pintura de color negro.
Mordió sus labios al trazar una línea, una línea que comenzó a tomar forma a medida que transcurrían los minutos. Artemisa no sabía lo que estaba dibujando, solamente cayó en cuenta de lo que era cuando se dio cuenta de que lo que predominaba en aquel lienzo era el color rojo.
La campana que indicaba el final de la clase la sacó de su sorpresa, arrojó el pincel a un costado como si estuviese soltando un arma y cubrió el lienzo con una manta a la medida, tratando de ocultar lo que para ella, era un delito. La pintura no iba a correrse, puesto que se había secado antes de cubrirla.
