Capítulo 1

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PERDER O PERDER

CAPÍTULO 1

Cuando tenía 6 años, Tokiha Mai perdió a su hermano, 2 meses después, mientras robaba comida, conoció a Kuga Natsuki, una niña apenas un año mayor que ella, era callada y arisca, pero sabía sobrevivir en las calles, y, la dejó quedarse a su lado. Cuando tenían 11 y 12 años, al no conocer más, saltaron del margen al centro del bajo mundo; un año después conocieron a un chico, Homura Nagi, Kuga presintió que harían un trato con el diablo, pero dios hacía mucho las había abandonado.

Los años pasaron con ellas saltando de mierda en mierda, hasta que, cuando Tokiha tenía 26, la mierda explotó.

Tokiha Mai miró su plato con asco, la comida era igual a la de los días anteriores, repugnante, se veía fatal e incluso sabía peor de lo que parecía.

-Demonios -. Dijo para sí misma. -26 días-. Dejó caer su cuchara. -26 días comiendo esta bazofia-.

En otra situación, ni de broma se habría llevado esa cosa a la boca, pero estando encerrada no tenía muchas opciones, era eso, morirse de hambre o morir apuñalada cuando estuviese demasiado débil para defenderse... Sus dedos formaron un puño bajo la mesa, prisión, la maldita prisión, ¿cómo había terminado ahí? Ah sí, Kuga había puesto sus ojos en...

-Tokiha Mai-.

Al escuchar su nombre alzó la mirada.

Llevaba casi un mes encerrada, durante ese tiempo, había intentado mantener un perfil bajo, no le interesaba meterse en problemas, no más de los que ya tenía, ya estaba bastante jodida; malamente, era difícil mantenerse fuera del foco de atención por culpa de los rumores que rondaban sobre ella, las otras reclusas se preguntaban que había condenado a cadena perpetua a una mujer que se veía inofensiva.

-Lárgate-. Dijo con una mueca de hastío, su humor no había sido el mejor desde que la metieron tras las rejas. -¿No me escuchaste?-.

La mujer parada frente a la mesa no se movió. -Tokiha, Tokiha, Tokiha-. Observaba a Mai con una mirada que buscaba intimidarla. -Creo que no lo has entendido-. Golpeó la mesa con su palma. -Estás por debajo de mí-. Esa misma mano barrió la superficie tirando al piso las sobras de comida. -No lo sabes, pero eres mi perra desde que llegaste-.

El acto no inmutó a Mai. -Lárgate-. Repitió mientras la contemplaba con una mirada que, a diferencia de la suya, sí intimidaba, después de todo, había aprendido ese arte de una mujer cuyos ojos eran una constante amenaza.

-¿Qué dijiste, perra?-. Dio otro golpe a la mesa.

Los murmullos se adueñaron del comedor.

-LÁRGATE-. Remarcó cada una de las letras. No tenía ganas de pelear, eso equivalía a terminar en aislamiento, de todos modos, se preparó mentalmente. Si iba a pasar ahí el resto de su vida no lo haría siendo la perra de nadie.

-Tenemos pocas caras bonitas por aquí, Tokiha-. Crujió sus nudillos. -Será una pena rompértela-. Soltó el primer puñetazo.

Mai esquivó el golpe.

-¡Pelea!, ¡Pelea!, ¡Pelea!-. Las demás reclusas no dudaron en incitar al conflicto.

Su oponente tenía fuerza, pero era lenta, Mai esquivó otro golpe y se agachó para tomar la cuchara del suelo, era de plástico, sin embargo, bien usada sería suficiente, solo que no llegó a usarlo.

El sonido de una explosión sorprendió a todos, antes de que reaccionaran una segunda explosión echó abajo parte del techo, los escombros le cayeron encima a dos reclusas.

Perder o perderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora