Capítulo 3

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PERDER O PERDER

CAPÍTULO 3

PRESENTE

-Veo que a la gente le gusta lastimarte, Kuga-.

-Cierra la boca-. Respondió malhumorada, sintiendo que sus pies pesaban más de lo normal mientras entraba a la enfermería de Orphan. -No te disparo porque eres mi doctora-.

-No te dejo morir porque de hacerlo, alguien me rajaría la garganta mientras duermo-. Apagó su cigarrillo en el cenicero de su mesa, sin perder de vista el detalle de que Kuga llevaba su pistola en mano. -Recuerda que el señor Nagi no ha encontrado otro médico en 2 años-. Se levantó para atenderla.

-No es para ti-. Enfundó su arma. -Un bastardo creyó que era buen momento para discutir conmigo-.

-¿Acaso no vio tu bra... -. Suspiró. -Fue por eso-.

-Da igual, está muerto-.

La enfermería, instalada en el fondo del primer piso subterráneo, contaba con espacio para 10 camillas, en ese momento, dos de ellas tenían sabanas ensangrentadas, el resto estaban vacías, Kuga se sentó en la que estaba más cerca de la puerta.

-Mierda-. Sintió otra oleada de cansancio, el cuerpo le pesaba, comenzaba a costarle enfocar la mirada. -Hazlo rápido Youko, quiero comer algo-.

-No es el tipo de cosas que pueda apresurarse-. Se acercó a la camilla con un carrito metálico en el que llevaba instrumental quirúrgico. -Es asombroso que todavía tengas dos manos-. Esa mañana había preparado los insumos creyendo que tendría que tratar una amputación. -Sí que eres la favorita del señor Nagi-. Le echó un vistazo a su torniquete improvisado. -¿Pretendes que te suture con la ropa puesta?-.

-Jodete-. Se sacó la manga izquierda de su chaqueta. -Como si jamás me hubieses desvestido-. Se movió más lento de lo que habría querido, después, sintió como le colocaban una vía intravenosa, frunció el ceño, nunca le habían gustado las transfusiones sanguíneas.

-Sí, sí-. Retiró el torniquete, la sangre fluyó, Kuga por sí misma deslizó su brazo a través de su chaqueta, debajo vestía una playera sin mangas. -Lo he hecho, con el detalle de que estabas inconsciente-. La herida estaba en una parte donde esa prenda no estorbaba, comenzó a trabajar. -No podías dispararme-.

-Solo le he disparado a un par de tus ayudantes-.

-¿Eso debe tranquilizarme?-. Sabía que era una estupidez intentar quitarle la ropa a una Kuga Natsuki consciente, si ella no sentía que fuese necesario.

-¿Quién mierda quería tranquilizarte?-. Gruñó. -Apúrate o Nagi vendrá a vernos-.

-Carajo Kuga, hago lo que puedo-.

Contuvo su enojo, le gustara o no, Youko era, de lejos, lo más confiable a lo que podría acceder en cuanto a atención medica clandestina; el punto a favor era que, tiempo atrás, había sido un medico legítimo, el punto en contra, le habían revocado la licencia por robo y experimentación con cadáveres.

Esperó en silencio.

Poco después de que terminara de suturar su brazo. -¿Cómo está?-. Youko preguntó por la mancha de sangre en su costado izquierdo, a la altura de la última costilla.

Se levantó su playera.

Sus gasas, ensangrentadas, decían a gritos que necesitaban ser cambiadas.

-¿Quieres algo para el dolor?-. Youko tomó unas limpias del carrito.

-No-. Su rostro mostró desagrado. -Tengo que ponerme a trabajar después-. Sentía que si tomaba cualquier tipo de analgésico caería dormida, el dolor, de cierto modo, la mantenía despierta.

Perder o perderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora