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Josuke Higashikata x Rohan Kishibe
La inspiración había abandonado a Rohan por completo. No sabía cómo ni por qué, pero desde que se había dado cuenta de que tenía sentimientos, no dejaba de comerse la cabeza por ese estúpido.
¿El problema? No podía hacer nada más que tragarse lo que sentía, ya que "el estúpido" aún era menor de edad.
Cada día esperaba tener un día libre de él, esperando poder tomar inspiración y poder terminar algo. Sin embargo, sagradamente, cada día, el imbécil llegaba con alguna estupidez, como apostar o jugar, o simplemente algo que lo hiciera perder tiempo y concentración.
—¡Rohan-senseeeeei!
Y ahí estaba de nuevo.
—¿No puedes dejarme trabajar ni un solo día? —preguntó gruñendo por la ventana.
—Solo vengo a decirte algo corto, me iré en seguida, lo prometo. De hecho son buenas noticias para ti.
Rohan rascó su cabeza exasperado y suspiró pesado.
—De acuerdo, entra, date prisa, tienes cinco minutos.
—Hasta sobrará tiempo, te lo aseguro —dijo Josuke corriendo hacia adentro y subiendo hasta el estudio del mayor.
Rohan se volteó en su silla cuando lo vio llegar. Higashikata Josuke, el maldito mocoso que se empezaba a ganar su cariño de manera inevitable, ¡pero que seguía siendo un mocoso!
—Ok, ¿de qué quieres hablarme? —dijo cruzándose de brazos.
—Me iré de viaje unos días... Mi padre está muy enfermo y, posiblemente no sobreviva. Su esposa nos llamó pidiendo que fuera con mi madre, quiere conocerla y conocerme a mí. Así que quería decirte que puedes estar unos días tranquilo sin mí y... También saber si había alguna manera de que uses a Heaven's Door para cuidar mi casa o si es mucho problema, no te preocupes, yo...
—Sabes que Heaven's Door solo puede ser utilizado en las personas, Josuke...
—Sí, tienes razón, lo siento, yo... Bueno, me iré. Era solo eso, quería avisarte para que estés tranquilo estos días.
—Josuke... Sé que eres idiota, pero no olvidarías de esa manera lo que hace mi stand... ¿Pasa algo?
El pelinegro suspiró y apretó los labios sintiéndolos temblar.
—Tengo miedo... —dijo ya sin poder evitar pronunciar un puchero—. Conocí a mi padre hace poco, nunca lo necesité, no lo conocí mucho, pero... Pensé que podría pasar más tiempo con él antes de que él se fuera... Tengo miedo de que mi madre y la esposa de mi padre se lleven mal, tengo miedo de que, por uno u otro motivo, no pueda volver a ver a mi padre nunca más...
Unas gruesas lágrimas empezaron a caer por las mejillas del menor, cayendo sobre sus manos, las cuales apretaban sus pantalones, intentando volver a retomar la compostura.
