Sin protección... La Plata no vale tanto como el Oro.

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La vida en el Santuario y Anexos

Sin protección... La Plata no vale tanto como el Oro.

Las semanas pasaron sin mucha novedad, al menos, nada que las guardianas no hubieran podido manejar.

Y aunque varios caballeros dorados no estaban de acuerdo con la decisión de tener guardianas, en especial porque había suscitado la burla de las otras ordenes guerreras existentes, otros sí que estaban conformes y no se quejaban demasiado.

Sin embargo el resto de la orden resentía la deferencia, ya que Athena no le había contratado ni un perro guía a los plateados ni bronceados.

Los 5 chicos de bronce maravilla no tenían mucho de que quejarse, como los consentidos siempre andaban con Athena de aquí para allá y ella siempre traía cuerpo de seguridad e iba sólo a sitios exclusivos, no corrían mucho peligro. Además que siendo muy honestos, si bien los chicos no estaban de mal ver, no tenían todas las características que se buscaban reunidas en ellos, es decir, Seiya y Hyoga carecían de cerebro, Ikki era demasiado gruñón y su galanura no equiparaba su mugroso carácter (como en el caso de Saga), Shiru era tan bruto y tan frio en cuestiones del amor, que no valía la pena el esfuerzo, y Shun... era guapo, tierno, comprensivo, adorable, y muy fácil de engatusar, envolver, seducir y secuestrar, ¡Era perfecto!, pero... ¡Ese maldito hermano mayor! su único defecto se llamaba Ikki, ese demonio que siempre sabía salir sabrían los Dioses de dónde y parecía la incómoda semilla que viene con el jitomate, llevarte a Shun era un 2x1, incluía a Ikki sí o sí... Aunque... siempre había formas...

Pero ¿qué decir de los "apestados" de bronce?, como malamente les apodaban para molestar. Ellos se las arreglaban solos. También los de plata. Aunque tampoco es que fueran excepcionalmente guapos...

Y ese había sido el mayor pretexto de Athena para no gastar en más guardianas, "Sólo los más hermosos necesitan protección. Los demás no corren peligro"... y además sin querer les había dicho feos. Y es que la verdad los hermosos de la orden eran los dorados, todo mundo alegaba que de seguro aparte de nacer predestinados y tener el poder suficiente, la galanura extrema era requisito obligatorio para aspirar a ser un dorado.

- La verdad sí que son los más guapos –comentaba sin apuro Ichi –Yo no me quejo, no he sufrido acoso alguno.

- ¡Ni sufrirás! –aseveró muy indignado Misty –¡Pero yo!... Athena se olvida que aunque pocos, sí habemos caballeros hermosos entre los de plata... más específica y únicamente yo.

- ¿Pero dónde dejas a Orfeo? –bromeó Ban.

- En segundo lugar, justo después de mi –afirmó Misty como si la pregunta hubiera sido seria.

Ban sólo negó con la cabeza, ese Misty no cambiaba. Si no fuera porque en la orden había jerarquías y Misty si tenía algo bueno era honor y rectitud para respetarlas, se la pasaría jodiendo también a Afrodita por cuestiones de belleza.

Aunque ciertamente Ban dudaba que el de piscis se tomara la molestia de hacerle caso. El santo de Piscis era un hombre muy centrado en esas cuestiones, y jamás se vanagloriaba de su propia belleza, además... tenía una fama de cruel que aunada a su gran poder de caballero dorado, hacía temblar al más valiente. Quizá esa era otra razón para que Misty guardara su distancia...

- ¿Tienen la más remota idea de cómo me acosan las mujeres? Se la pasan toqueteándome a la pasada por donde pueden y unas ni se lavan las manos, ¡me dejan todo sucio! No les importa la pulcritud de mi alma.

- Pues a Orfeo lo molestan más que a ti y él no se anda quejando. No sólo es guapo sino que es muy romántico, eso le gusta a las mujeres

- ¡Patrañas, el más hermoso de las ordenes de plata y de bronce soy yo!

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