Ariana no entendía nada, pero yo apenas podía hablar, se me había juntado todo, tenía un nudo en la garganta y era inevitable comenzar a temblar, lo que pasaría en unos momentos me aterraba, era aceptar la realidad, y yo odiaba mi realidad
El lugar a donde quería llevarla no estaba muy lejos, pasamos por el mercado, las tiendas y comercios del pueblo. Llegamos a la salida.
-Eli ¿adónde vamos? -Ariana comenzaba a impacientarse con George envuelto en una manta en brazos-
Mamá
Señalé con la cabeza el cartel del cementerio que había justo a la derecha, enfrente de la salida que te desviaba hacia el centro de la ciudad. Estaba clavado al césped de la entrada con una estaca. Me sudaban las manos, y Lily me miraba levantando sus ojitos con inocencia.
Ariana pareció entender todo al instante y rodeó mi cintura mientras con la otra mano sujetaba a George.No necesité palabras de su parte, no las necesitaba porque en el aire ya estaba flotando toda nuestra complicidad formando una burbuja indestructible a nuestro al rededor, como un escudo protector.
-Vamos -dijo aportándome esa seguridad que tanto necesitaba-
Después de meses al fin volvería a ver a madre.
Tumbada sobre el mantel blanco, respirando profundamente y sintiendo el aroma puro del campo.
Abrí los ojos, giré la cabeza a la derecha y vi a madre tumbada a mí lado. Miré detalladamente el subir y bajar de su pecho, el sonido de este era como el de las olas al chocar contra la arena del mar, pausado, fluido.
Un golpe de viento trajo hacia mi su aroma, y su tono rubio de pelo brilló gracias a la luz del sol que se colaba entre las ramas frondosas de los árboles. La luz me cegó, interpuse mi mano y seguí observando a mi madre mientras arrugaba el ceño por la claridad y la luz.El sonido constante del río y los pájaros piando parecían ya parte de mi vida, de mi día a día.
Extendí mi mano y sentí el agua clara del río chocar contra ella.Paz, es lo único que siento, paz, amor y felicidad al ver todo esto junto, parece ser que ya está completo. Nuestra familia era de dos, pero la naturaleza también jugaba un papel importante en ella.
Gotitas de agua salpicando y un olor que envuelve todo, son rosas, o tal vez jazmín, tal vez tan solo el césped, tal vez se trata de la cabellera rubia de madre.
Me quedaría ahí durante horas, ese era mi limbo perfecto, ese era mi sueño, tenerla cerca siempre, era mi lugar seguro, pero sobre todo, mi lugar favorito.
No me había dado cuenta, estaba tan concentrada pensando en aquél día, ya había comenzado a caminar dentro del cementerio, buscando la lápida con nerviosismo, haciendo todo como si fuese un títere manejado por alguien, con automatismo, mi cuerpo estaba presente pero no mi mente.
La vi y entonces me paralicé a su lado. Acaricié una de las esquinas y me arrodillé en el suelo sin parar de mirarla.
Ariana acarició mi hombro, luego llevo su mano a mi nuca y noté como las yemas de sus dedos se hacían paso en mi cuero cabelludo.
-Espera aquí -dijo, tras esto sonrió y no me dió tiempo a responder, Ariana ya se había ido-
Tarta de frutos rojos, mi favorita, eso me esperaba siempre en la mesa los viernes al llegar a casa, tarta la cuál mi madre preparaba con amor la misma mañana, era nuestro pequeño capricho, una simple tontería la cuál era un eslabón más de la cadena de nuestra unión.
Daría la vida por poder volver a abrazarla, por poder volver a sentir su calor, por volver a ver esa tarta los viernes encima de la mesa de nuestra casa, por volver a ver esa sonrisa y ese ceño fruncido, me gustaría verla, incluso si fuese enfadada, cabreada conmigo y apuntándome con su dedo.
Una lágrima recorrió mi mejilla, entonces Lily habló.
-No llores hadita -dijo la pequeñita cogiendo mí mano- mira, este lugar es precioso, está lleno de flores.
Limpié la lágrima rápido, asentí y le sonreí, no quería que Lily me viese así.
En ese justo instante me acordé de cuando veía a madre llorar, no me gustaba nada esa sensación y no quería causar algo parecido en Lily. Madre siempre intentaba no hacerlo delante mía, el problema eran los escasos metros de la casa y las finitas paredes que parecían hechas de cartón. Escuchar sus sollozos era la mayor tortura, creo que en el fondo ella sabía que me dejaría, creo que de alguna manera ella aparentaba estar bien...pero no era así, ella ya sabía lo que después vendría.
No me gustaba verla mal, desde pequeña siempre ha sido así, nunca le he deseado el mal a nadie, podría ser alguien horrible pero me mataría por dentro verle llorar, odio las lágrimas, esas pequeñas gotitas te pueden matar poco a poco. Creo que eso le pasó a mi madre, las lágrimas se lo arrebataron todo.
Ariana se acercó a mí lado, se agachó a mi altura y dejó cuatro girasoles bajo la lápida de mi madre.
-Cuatro flores, como nosotros cuatro, y la flor de la luz, porque eso era ella, luz -dijo acariciando mi hombro- Tiene que ser difícil, muy difícil para ti, pero quiero que sepas que podemos quedarnos el tiempo que quieras, puedes hablar conmigo de lo que sea...cuentas con nosotros Eli, ahora los cuatro somos uno...ahora no estás sola.
Soltó sin más, haciéndome sentir acompañada, haciéndome sentir completa, pero lo más importante, haciéndome sentir que de alguna u otra manera ella también me amaba, y de alguna forma eso me reconfortaba.
Sabía que esto era lo que necesitaba, aunque me dolía más que nada, era como aceptarlo todo, y yo no podía aceptar el hecho de perder al amor de mi vida, el hecho de perder a quien de alguna manera era mi alma gemela, aunque sabía que nos encontraríamos en alguna otra vida
Sus ojos eran azules, fríos como el invierno. Esa piel blanca impoluta y ese magnífico pelo. Podía mirarla durante horas, no me cansaba de ese maldito rostro que se llevaba consigo todas mis esperanzas.
Ese día tomé su mano, fría, congelada, como el azul de su mirada.
-Te extrañaré muchísimo...
Intenté contener las lágrimas
-¿Os la lleváis ya?
Pregunté al ver a aquellos extraños sacando su cuerpo inerte de casa.
-¡Mamá!
Grité al cielo al darme cuenta de que ya no me quedaba nada, aquellos hombres ya se habían llevado todo cuánto tenía, ahora solo estaba acompañada por la naturaleza, las flores, el río y los árboles que habían dejado caer sus hojas al ver que la protectora del bosque, que la que merecía llamarse hada más que nadie ya se marchaba.
Y entonces, cuando vi su nombre en una lápida caí en cuenta, fue entonces cuando pensé "Mamá, no me quedan esperanzas"
Y desde ese día, no hay momento en el cuál no piense en ella, y desde ese día, no hay sollozo que no le dedique.
Nota de la autora:
No me toquen estoy sensible.
Discúlpenme, yo quería que esto fuese lo más bonito posible y terminé con la poca estabilidad emocional que tenía. Lloren conmigo.
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Lloraré con tu partida
RomanceAriana solo quiere a una amiga con quién contar, quiere desahogarse y tener un poquito de paz en su realidad. Elizabeth la ve con otros ojos, y espera poder confesarlo algún día, mientras tanto, ayuda a Ariana con sus problemas familiares mientras p...