iPad

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7

Winstor, Inglaterra.

22 de septiembre

Andrew se levantó de un brinco de la cama al escuchar el despertador; se dirigió rápidamente al baño y prendió la regadera.

Bajo ningún punto de vista quería entrar tarde al colegio, debería ser uno de los primeros en llegar a las pruebas del equipo de fútbol, ​​estaba decidido que este año quería obtener el título de capitán, es cierto que ya lo había logado en otros colegios, pero, siempre su padre tenía algo que ver en eso y esta vez Andrew debía demostrarle que podía conseguir ese título por sí mismo.

Andrew se metió a la regadera.

Mientras tomaba su ducha express el joven pensaba en sus nuevos amigos, especialmente en Maddie, se sintió un completo imbécil al hacer lo que hizo en la fiesta, no debió haberla besado.

De repente lo interrumpió el ruido de la puerta de su habitación al abrirse.

- ¿Tienes pasta dental? - Andrew escuchó a su hermano Marco gritar desde la entrada de su cuarto -. Es que en mi baño no hay y todavía no me ubico en esta casa.

- Fíjate en el sótano, junto a las cajas azules - respondió el chico.

Aproximadamente a partir de la sexta mudanza Marco, su hermano, había dejado de esforzarse en aprenderse cosas como la ubicación de las cosas en la casa, decorar o siquiera arreglar sus propias cosas en su habitación; según él era en vano, tarde o temprano iban a dejar atrás esa ciudad, meterían su vida nuevamente en una caja y todo lo que construyeron se esfumaría. Andrew sabía que de cierta manera tenía razón, pero, no le veía sentido al hecho de siquiera intentar disfrutar su estadía en cada ciudad que pisaban.

«Mierda, se me está haciendo tarde» pensó.  Andrew salió del baño rápidamente y se dirigió a su clóset; se colocó el uniforme del colegio y volteó a mirarse al espejo, su rostro lucía un poco pálido el día del hoy; como cada mañana sus ojos se veían un poco más ámbar que cafés, sus pestañas se veían resaltantes y se podían apreciar sus pómulos marcados. Todo normal. Como cada mañana que se miraba al espejo.

Andrew recogió sus cosas del colegio, salió de su habitación, bajó las escaleras, cruzó la sala y llegó a la cocina.

Observó a su padre en ésta, estaba hablando por teléfono frente a la ventana que daba al patio trasero de la casa; vestía su traje de trabajo. El señor Rosso había llegado el día de ayer de uno de sus viajes de negocios.

Andrew se acercó a la alacena de la cocina y sacó su proteína en polvo; dos galletas de pan integral junto a la mantequilla de maní y comenzó a preparar su desayuno.

- ¿Estás seguro de que no lo llevé conmigo en el avión? – se escuchó el señor Rosso hablando por teléfono –. Okey, okey.... – aguardó en la llamada -. Es que no está en mi oficina y necesito encontrarlo en este momento, tiene información confidencial dentro – soltó un suspiro de frustración –. Necesitamos encontrarlo cuanto antes.

Su padre colgó la llamada.

- ¿Esta todo bien? – Andrew le preguntó.

- No Andrew, no está todo bien, nada está bien, ¡No! – soltó su padre en un tono molesto -. ¡No he encontrado mi iPad por ninguna parte!

- ¿No lo habías llevado contigo al viaje de negocios? – Andrew trató de hablar con su padre lo más tranquilo posible, hoy era un día importante para él, no quería echarlo a perder desde temprano.

- Ya lo consulté con mi secretaria, me lo he dejado en la casa, en mi oficina. Pero ya la he revisado, junto a toda la casa; ¡no tiene caso, no está por ninguna parte! – respondió su padre en un tono muy serio –. Una cosa te pedí Andrew, una cosa... nadie debe entrar a mi oficina, ¡nadie!, ¡y ni eso pudiste hacerlo bien!

SIN NOMBREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora