Capitulo 4

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ᴍɪᴋᴀꜱᴀ

Annie Leonhart- susurre para mi misma.

Todos los soldados se encontraban alarmados por Leonhart, murmurando cosas sin sentido alguno.

Había pasado una año ya, desde que Annie se cristalizó y por más que se intentó, no se consiguió romper el cristal ni con los múltiples fallidos experimentos de la sub-comandante Hanji.

—¿¡Annie!? ¡Esto debe ser una broma!- exclamó Jean furioso, quien fue interrumpido por el sonido de las puertas abriéndose y el ahora silencio inundando el lugar.
Mi vista se dirigió hacia la entrada del cuartel y no podía creer lo que mis ojos veían.

Annie Leonhart siendo llevada hacia la oficina del comandante Erwin, toda mi atención se posó en ella, note que su sedoso cabello rubio ahora estaba más largo y sus manos repletas de sangre, este detalle no fue pasado por alto por todos los soldados que la observaban, sin embargo ninguno de ellos se atrevía a preguntar sobre aquello, al menos no cuando ella estaba en la misma habitación que ellos, temían que se transformara y murieran.

Ninguno, excepto Eren, quien en ocasiones no sabía medir sus palabras.

- ¿¡Acaso asesinaste a alguien allá abajo!? -
Exclamó.
Todos giraron temerosos en su dirección, claro que ninguna respuesta llegó, simplemente fue ignorado por la rubia.

-No me sorprendería, si sigues siendo una asesina- susurro para sí mismo, logramos escucharlo únicamente los que estábamos cerca de él, incluyéndome, ahora me pregunto si Annie de verdad asesino a alguien.

Ignore esa pregunta y seguí examinando a Annie, quien estaba pasando a nuestro lado junto a los soldados que la escoltaban.

Ahora que la veía más de cerca, se veía terriblemente cansada. Ni siquiera le importaba las miradas de odio que estaban dirigidas hacia ella alrededor del lugar, sus ojos se mantenían en el suelo parecía que en cualquier momento caería dormida.

Sin previo aviso su mirada se elevó y se encontró con mis ojos observándola.

Ahora nuestros ojos se encontraban mirándose fijamente por escasos segundos, ojos azules, fríos como el hielo y vacíos como los recordaba, sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa burlona, que no duró más de dos segundos antes de seguir caminado arrastrada por los soldados.

En el momento que me percaté de lo que había ocurrido, mis ojos rápidamente se giraron en su dirección, pero fue muy tarde, pues ya se había desvanecido entre las puertas de la oficina del comandante.

¿Y qué? Mikannie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora