Miel en los labios

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Irene seguía mirándome durante unos segundos con esa mirada tan cautivadora y esa sonrisa eterna dibujada en la cara.
Estábamos alejadas medio metro una de la otra.
Irene se acercó a mi oído y me susurró...
-De verdad que me encantas...Eres muy especial...
Esas palabras me atravesaron el alma.
Yo no podía soltar ni una sola letra del abecedario de lo nerviosa que estaba.
Se apartó de mi oído, me retiró delicadamente el pelo de la cara y se puso en frente de mi exactamente a escasos centímetros de que sus labios y los mios se conocieran.
Irene inclinaba lentamente la cabeza hacia un lado y yo me temía lo peor...
Se acercaba cada vez más y más.
Rozó mis labios con los suyos y sentí que el tiempo se paraba a nuestro alrededor.
Entreabrí la boca e Irene me besó.
Noté mil sensaciones a la vez.
No quería que Irene dejara de besarme.
La tímida lengua de Irene se hizo hueco en mi boca y yo fui introduciendo la mía al mismo paso que ella la movía.
El beso se iba calentando cada vez más.
Irene se apartó.
-Lo siento de verdad lo siento Marta! Me he dejado llevar...
-No...no pasa nada.
Puse mi dedo en sus labios para poder callarla y que me volviera a besar.
Me miró, me sonrió y me volvió a besar.
Aquella noche se estaba convirtiendo en mágica.
Estuvimos besándonos bastante rato hasta que decidimos meternos en el portal de mi casa para que nadie pudiera criticar lo que estábamos haciendo (la cual cosa es NORMAL) y para guardar un poco la intimidad que requería ese momento.
Entramos al portal a trompicones y sin dejarnos de besar Irene me puso la espalda pegada a la pared.
Los beso eran más y más sensuales que los anteriores.
Pensé por un segundo que aquello podría llevar a algo más que únicamente besos...
Entre tanta pasión escuchamos que la puerta del ascensor se cerraba y que salía algún vecino.
Rápidamente dejamos que nuestros cuerpos se separaran para que aquel vecino no nos descubriera.
Cuando salió el vecino a la calle y cerró la puerta volvimos al contacto aun más salvaje.
Irene posaba sus manos sobre mi cintura las cuales iban bajando poco a poco.
No podía creer lo que estaba pasando pero no queria que aquel momento se acabara por nada del mundo.
Noté una vibración en el pantalón y después sonó el móvil.
Bajé la mano hasta el bolsillo pero Irene me lo impedía, quería que dejara pasar aquella llamada.
Me aparté a centímetros de su preciosa boca, le sonreí pícaramente y mi mano se introdujo en el bolsillo para poder contestar a la llamada.
Llamada Mama.
Era mi madre y el móvil no paraba de sonar.
Tenía que contestar porque eran ya unas horas en las cuales se suponía que tendría que estar ya en casa y conociendo a mi madre seguro que ya se estaba subiendo por las paredes.
-Mamá?
-Marta hija donde estas? Mira las horas que son!
-Estoy entrando al portal no te preocupes...
Colgué y Irene me dijo:
-Tienes que irte no?
-Si...Pero no creas que subo porque quiero es porque si no mi madre bajará...
-Entiendo...
-Eso no significa que no podamos quedar mañana otra vez...
-jajajaja claro que si...
Se acercó de nuevo a mi y me besó como nadie me había besado nunca.
La despedida se me hizo diminuta e Irene me había dejado con la miel en los labios...
Salió del portal y cuando ya estaba fuera me hizo un guiño cómplice.
Se dibujó en mi cara una suave sonrisa y subí a casa con cara de agilipollada por lo que acababa de pasar entre las dos.

Besos en su espaldaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora