1._Prismáticos

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Olimpia odiaba los prismáticos. Esos trozos de cristal redondos que tenía que colgar de sus orejas y descansar en la nariz le eran molestos y la hacían ver espantosa. Parecía un búho o algo peor,aunque no se le ocurría que podía ser peor que parecer un búho de ojos ambarinos.Desde muy pequeña, Olimpia tuvo problemas de visión y con el paso de los años sólo fue empeorando. Su doctor que era un hombre que estudió en el otro y más moderno continente,le sugirió usar prismáticos o gafas,como él las llamaba. Si bien con aquellos singulares objetos,la muchacha veía mucho mejor no había persona capaz de convencerla de salir con ellos en público. Ni siquiera su padre que era la persona a quien más amaba.

El problema en los ojos de Olimpia era que todo a un metro de distancia,era difuso. Cómo si mirará a través de una niebla perpetúa. Sin embargo,aquello no era algo que le causará muchos problemas,según ella. Podía confundir al perro con el gato,a un niño con un anciano,a una mujer con un hombre de melena y estrellarse con uno que otro objeto,pero fuera de eso todo estaba bien. No era raro que saliera a largos paseos en compañía de su dama y que se sintiera extraviada entre las calles de la pequeña ciudad. Cómo tampoco era extraño que confundiera los carruajes con carromatos de cirquero o gitanos. Aunque en ese caso se podía entender un poco su confusión.

Fue buscando un cochero,que aquella mañana llegó hasta el espectáculo de unos peculiares individuo. Ella sólo distinguía a un sujeto delgado de piel oscura con algo puntiagudo en su cabeza junto al cual había otro tipo, pero mucho más alto y con otra cosa puntiaguda en la cabeza sólo que de color blanco. En realidad la cosa puntiaguda del primero eran sus largas y felinas orejas y la del segundo su cabello peinado de forma estrafalaria. Olimpia no podía ver bien los coloridos y elaborados atuendos de esos dos artistas itinerantes,como tampoco distinguir bien el bulto, cubierto por una lona, que había entre los dos,pero si podía oír perfectamente al más alto explicar que su señor,el sujeto de aspecto felino a su derecha,
era el más grandioso relojero de toda la comarca, mientras que él era el mejor carpintero de toda la región y juntos hablan creado la más fantástica máquina de todos los tiempos.

-Damas y caballeros...Con ustedes: Shin,el pianista automata-anuncio aquel sujeto al tiempo que apartaba la lona para dejar ante la vista, de la curiosa muchedumbre, un muñeco ante una pianola.

Olimpia intento abrirse paso entre el gentío,para poder ver mejor,y aunque logró llegar al borde de la tarima no pudo ver lo suficiente,pero escuchó con asombro a esa máquina tocar una hermosa melodía. También podía oír los comentarios de la gente asombrada por como el muñeco seguía,con delicadeza,los movimientos de sus manos sobre las teclas.

-Sí parece que está vivo...-decía alguien.

-Tiene que ser un truco-decía otra persona.

Olimpia sólo podía ver a lo que parecía un muchacho de cabello blanco y de más o menos su estatura (era difícil saber pues, veía poco y estaba sentado), tocando aquel instrumento. Los movimientos del muñeco duraron apenas dos minutos,
pero fue suficiente para encantar a la audiencia y a Olimpia que quedó embelesada con la destreza de aquella máquina. Ella también tocaba el piano,
pero no con la maestría de aquel automata. Cuando la función terminó,un hombre incrédulo de que se tratase de un muñeco,
subió a la tarima para tocar el rostro de la máquina y con asombro dió dos pasos atrás, pues corroboro lo que los dueños del automata habían dicho. Shin estaba hecho de madera.

-Por favor mantenga la distancia-le pidió el tipo alto y albino-No querrá arruinar nuestra creación. Nos llevo cinco años terminar esta obra maestra.

-¡Cinco años!-exclamó el sujeto asombrado-Ustedes son unos genios...

Bills y Whiss,como Olimpia oyó se llamaban aquellos sujetos, recaudaron bastante dinero esa primera función. En los días siguientes toda la ciudad parecía reunirse en la plaza a ver tocar el automata,que contaba con cinco célebres piezas en su repertorio. A todos les fascinaba aquella frágil figura de un muchachito de cabello blanco y ojos oscuros,que con elegancia y gracia deslizaba sus manos sobre las teclas de la pianola. Su atuendo era también tan bonito. No había unas prendas así en poder de nadie en la comarca, posiblemente en el mundo. Y Olimpia,que no era capaz de ver nada a un metro de distancia,se quedaba suspirando al compás de aquellas melodías. Desde que escuchó al automata,no pudo desprenderse de su música y la enigmática figura tras la niebla en sus pupilas.

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