Capítulo 3:

130 17 101
                                    

Por más que trataba de entender la situación en la que se encontraba, no lograba recordar en qué momento, se había topado con el doctor del restaurant. Lo último que llegaba a su mente era que, estaba en el bar donde iba después de las presentaciones para hacer la hora hasta que amanecía y así, no encontrarse sola en la casa con la pareja de su madre, mientras que esta se encontraba de turno en la casa de reposo donde trabajaba cuidando ansíanos los fines de semana.

Sentía tanta pena que comenzó a beber para dejar de pensar en las cosas horribles que su madre le había dicho, al descubrir al asqueroso de Waldo acosándola, cuando se cambiaba en su habitación para ir a su presentación de esa noche en el restaurante. No podía creer que su madre lo defendiera y la culpara de seducirlo, aun viendo que él había forzado la puerta de su habitación para acorralarla y manosearla. Hace unas horas lo único que quería era desaparecer del mundo y ojalá haber muerto intoxicada para haberse reunido con su padre en el cielo. Pero, por el contrario, estaba con una horrible resaca en medio de quién sabe dónde, con un apuesto hombre del cual no sabía qué esperar y por sus malas experiencias, lo más seguro es que si la había llevado ahí era porque algo quería a cambio y se defendería, aunque tuviera que enterrarle los tacones en los ojos.

—¿Dónde estamos? ¿Por qué me trajiste a este lugar? —interrogó en una actitud defensiva y alerta, empuñando el tacón de su zapato.

—Estamos en el Hotel Camping Cordillera —se levantó del sillón estirando su espalda entumecida por la postura y viendo con cautela como Victoria se engrifaba preparándose para soltar las siguientes interpelaciones.

—¿Qué me hiciste? ¿Qué es lo que pretendes trayéndome a este lugar? —le observó con repugnancia, recorriendo con la vista la habitación y deteniendo sus ojos en la cama imaginándose lo peor.

—¡Espera! ¿Estás insinuando que te hice algo mientras dormías la borrachera o que tengo malas intenciones contigo?

Le interpeló con las mejillas rojas de la rabia y Victoria se limitó a asentir desafiante. Ivar que ya no contenía lo ofuscado, al ser tan mal interpretado, le soltó lo primero que se cruzó por su mente.

—¿De verdad crees que, para poder conseguir los favores sexuales de alguna mujer, tengo que esperar hasta que esté completamente borracha y que no pueda estar ni siquiera en pie? —se señaló el rostro y el cuerpo indignado a la espera de una explicación.

Victoria lo observaba de pies a cabeza y dentro de su confusión y desconfianza, se detenía a pensar que claramente ese no era el caso para él; pero, aun así, se mantenía atenta.

Al no recibir palabra alguna de ella, continuó...

—Si no te hubiera escrito mi número en tu brazo, seguramente estarías con algún perdedor que te hubiera hecho de todo mientras estabas inconsciente y cubierta de vómito.

Victoria se sorprendió y abrió los ojos, al recordar brevemente, que estaba vomitando desde un auto y era él quien le sujetaba el cabello y le limpiaba la saliva de la boca. Se llevó las manos a la cara de la vergüenza y se sumió en los recuerdos que brotaban con mayor fluidez.

—¡Vaya, parece que recordaste cuantas veces tuve que detenerme para que vomitaras! ¡Cualquiera hubiera tenido un coma etílico con esa cantidad de vodka en el cuerpo! ¿Qué pretendías bebiendo sola en un bar hasta quedar inconsciente y con un tobillo lastimado?

Le preguntó con tono de regaño y se encaminó hacia el mesón de la cocina americana donde estaban las cosas que había comprado de camino.

Victoria abrió los dedos para mirar a través de ellos, aun con las manos cubriendo su rostro y vio como Ivar le ofrecía unas cajas con pastillas y una botella de agua hidratante con electrolitos.

Los viajes astrales de Victoria Labbé (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora