Talcahuano, 1901.
La tarde comenzaba a caer en la ciudad, Rainer, Lorraine y Phillipe venían de vuelta de ir a dejar a Doña Margot al Hotel Belmont; que al ver en el nórdico un excelente partido para su hija menor, hacía de celestina propiciando la oportunidad para que pudieran volverse solos y tener la instancia de conversar.
Rainer, le ofreció su brazo a Lorraine, para que no se tropezara con las piedras del camino de tierra y Phillipe corría por las calles que se preparaban para hacerle frente a la penumbra de la noche. Los locales empezaban a cerrar y las personas encendían los faroles de las fachadas de sus casas, para alumbrar las veredas. La tenue iluminación le daba un aura de romanticismo, que tenía a ambos alelados, mirándose mientras conversaban de las proezas del capitán Petersen en sus años de gloria naval.
Desde la distancia, en la entrada de la panadería, una figura femenina los observaba con incordio, pues el sólo hecho de ver como el rubio, que horas antes había rechazado sus caricias y atenciones, ahora caminaba con la mirada absorta en la insignificante belleza de la joven hija de los Labbé. La situación le había descompuesto el día entero, ya que Carmín se sabía hermosa; los hombres más influyentes de Talcahuano y las ciudades aledañas pagaban fortunas por rozar su delicada piel y muchas veces se había dado el lujo de rechazar a quién ella estimara no digno de su esmero. Pero nadie le había despreciado antes y menos por una mujer corriente en comparación a su exótico encanto.
Se encaminó hacia la pareja y viendo que el niño corría como potrillo desbocado, se atravesó en su camino, logrando que el jovencito se estampara contra su pecho tirando la bolsa con el pan al suelo. Phillipe preocupado y apenado ante los regaños de la señorita que le reclamaba la pérdida de los panes que habían caído en la tierra; corrió a refugiarse tras la falda de su tía, que se había acercado a la pelirroja mujer a extenderle las disculpas, ya que por ir distraída en los ojos del caballero que la acompañaba había desatendido a su enérgico sobrino. Rainer al reconocer a la mujer, se acercó para hacer presencia al ver que levantaba la voz y aplicaba un tono desagradable con Lorraine, que se desvivía en excusas muy complicada. Le saludó caballerosamente con una reverencia, tras quitarse el sombrero y le preguntó a Lorraine, qué sucedía. Y esta le respondió en un perfecto francés que hizo arder más la odiosidad de la mujer, al ver que la poco agraciada joven a sus ojos, tenía la ventaja de hacerse entender con el apuesto extranjero.
La mujer viendo que la joven no portaba su bolso de mano, le exigió el pago del pan que había perdido por la imprudencia de su pequeño sobrino y Lorraine roja de la vergüenza, le rogó que la disculpara, excusándose de no portar dinero en ese momento. Los gestos le dieron algo de contexto de la situación a Rainer, que trataba de entender difícilmente la conversación de las damas y mientras Lorraine le pedía a la cortesana, que la acompañara de vuelta al Hotel, para solicitarle dinero a su madre, le preguntó a Phillipe qué sucedía y el niño haciendo un gesto, juntando su dedo índice y el pulgar y deslizándolos en movimientos cortos, espetó: Monnaie; haciéndose entender a la perfección.
Viendo a Lorraine tan importunada, le tomó la mano y sacando unas monedas de su bolsillo, las depositó sobre la palma de ella cubriéndola con su otra mano, susurrándole al oído que pagara a la señorita lo que le pidiera por el percance desafortunado.
Los ojos de Carmín resplandecieron como fuego de la ira, al ver tanta cercanía y complicidad entre los dos; su orgullo no le permitió aceptar el dinero de manos de la mujer que, se había vuelto su rival, a pesar que la consideraba fea y común. No soportó la molestia y pateó el pan que estaba en el suelo con desprecio. Se retiraba de vuelta al local cuando se volteó hacia la joven y con sorna le dijo levantando la voz: —Dígale a su acompañante que vaya a buscar a su hermano Erick, donde lo dejó en compañía de una de mis chicas, si no quiere que, por estar perdido en la lujuria y el alcohol se quede a vivir con nosotras.
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Los viajes astrales de Victoria Labbé (En Proceso)
RomansaVictoria desde que era una niña, soñaba y tenía visiones de una época pasada; lo que experimentaba era tan real como si lo estuviera viviendo ella misma. No obstante, estaba convencida que era sólo su imaginación generando escapes de la realidad dif...