Talcahuano,1901.
(Continuación del capítulo 16)
Esa mañana Rainer se atavió con elegancia, se sentía cansado por las pocas horas de sueño, pero estaba dichoso en extremo por haber experimentado con Lorraine la máxima expresión de sus sentimientos a través de sus cuerpos como nunca antes lo había experimentado, sus incursiones anteriores habían sido un completo desastre, al punto de haberse mantenido en celibato autoimpuesto con el tiempo, a causa de aquella fatídica noche en la que su vida y la de su prima se derrumbaron.
Doce años atrás.
El padre de Rainer, Gunnar Petersen era el Vicealmirante de la armada real de Noruega, había quedado viudo cuando Rainer tenía catorce años y aunque no fue un devoto esposo teniendo a su mujer en vida, siendo viudo se dio libertad de saciar sus necesidades con las mujeres que quería y cómo quería. Siendo hijo único, para su padre era la encarnación de todo lo que este no hizo en su juventud, era su heredero y debía ser un hombre hecho y derecho, el orgullo de un linaje militar que luchaba en los mares desde que sus antepasados cruzaban los océanos para saquear otras tierras como vikingos. Así que cuando cumplió los dieciocho años, Gunnar lo llevó a debutar con meretrices para que aprendiera como follar a una mujer, si bien Rainer había sabido de sus amigos más experimentados lo que se debía hacer al estar en la intimidad con una fémina, era muy distinto ser llevado prácticamente a la fuerza a un burdel para ser emborrachado y puesto a coger ante los ojos orgullosos de su padre que esperaba que se comportara como un semental. No supo si fue por el alcohol o la inhibición que le causó la exposición, pero en su debut y en los intentos posteriores no pudo fornicar con las prostitutas que su padre le ponía delante, generando la decepción ante las expectativas de este que, no teniendo suficiente con humillarlo con la situación y con los comentarios denigrantes ante su inexistente erección, le obligaba a ver "cómo se debía follar a una puta".
Ese año, la prima de su padre se tuvo que quedar una temporada en su casa ya que el esposo de ésta, un importante personaje del gobierno, debía partir a Suecia por temas políticos. Junto con su tía llegaron su hija mayor Freyja que tenía dieciséis años y los dos gemelos de diez años. El día que la vio llegar a la residencia Petersen quedó prendado de la hermosa chica de cabellos claros y ojos azules que comenzaba a mostrar los evidentes cambios de la pubertad con el florecer de sus pechos, la chica era tímida y callada, aunque parecía ajena a todo lo que sucedía, observaba cuanto pasaba a su alrededor y cuando su madre se ausentaba era ella la que se encargaba de vigilar que los gemelos no hicieran alguna travesura que los pusiera en riesgo o pusiera en riesgo su estadía en la casa hasta que su padre volviera y los fuese a buscar. Rainer comenzó a compartir triviales conversaciones con su prima y poco a poco la joven se fue mostrando más receptiva a su compañía, admiraba la inteligencia y disciplina de su primo que se esforzaba en perfeccionarse para satisfacer las interminables exigencias de su tío que muchas veces rayaban en la crueldad.
Compartían las lecciones de piano por las tardes y como no se le daba bien la música, era él quien le salvaba después de la cena demostrando lo aprendido para que no pasara vergüenza o su padre hiciera notar lo holgazana que era, por no tomar en serio las lecciones que le ayudarían a ser una señorita talentosa. Así fue como se aprendió las cuatro estaciones de Vivaldi practicando día y noche hasta poder interpretarla sin errores.
Pasaron seis meses y el padre de Freyja no regresaba de Suecia, los asuntos políticos lo retuvieron más de lo previsto y durante ese tiempo la juvenil atracción de Rainer por Freyja se tornó más intensa, las tardes juntos paseando por los jardines vigilando a los gemelos, los paseos a caballos por los prados de la propiedad y la sensación de proximidad, le hicieron querer confesarle su amor... Esa tarde reunió el valor y le dijo a Freyja lo que sentía por ella, pero grande fue su decepción cuando ella no pudo corresponder a sus sentimientos, pues en su ciudad estaba esperándola el dueño de las cartas que diariamente escribía y a quien había entregado su amor. La joven le rompió el corazón cuando le dejó en claro que, solo podía existir un cariño filial entre los dos, los celos y el rechazo le afectaron como a cualquier adolescente le magulla la dignidad y la indiferencia de quien se ama con la llama incipiente del primer amor. Su padre que no perdía el tiempo de hacer leña del árbol caído, esperando con eso fortalecer el ímpetu de su hijo, esa tarde que andaba más irascible de lo habitual y excedido con los vasos de sidra, le soltó con desparpajo delante de los comensales en la mesa:
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Los viajes astrales de Victoria Labbé (En Proceso)
RomanceVictoria desde que era una niña, soñaba y tenía visiones de una época pasada; lo que experimentaba era tan real como si lo estuviera viviendo ella misma. No obstante, estaba convencida que era sólo su imaginación generando escapes de la realidad dif...