CAPÍTULO 3

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ANAHÍ estaba sentada en el restaurante del oeste de Los Ángeles observando a la pareja que se reía enfrente de ella. Parecían exultantes de felicidad. De hecho, Alfonso tenía un brillo en los ojos que jamás le había visto y Heather estaba radiante. Aní nunca había visto a una mujer más radiante que ella. Aní miró la carta e intentó controlar el sentimiento de antipatía que le producía aquella chica. Hasta el momento, no había visto nada en aquella rubia que justificara que Alfonso se hubiera enamorado de ella. Aparte de su preciosa cara y su estupenda figura, claro, pero Heather tenía que tener algo más porque Alfonso no era de esos hombres que solo buscaran una fachada bonita. Aní miró a su amigo, que estaba llamando al camarero. Al escucharlo pedir la cena, tuvo la sensación de que había cambiado mucho y no solo por fuera.

-¿Qué te ha pasado, Alfonso? -le preguntó con curiosidad cuando el camarero se hubo ido-. Antes, pedías carne con patatas y ahora gambas en salsa picante. Ahora pareces un modelo de portada de revista. Llevas un traje de Armani, ¿no? -Lo que me ha pasado ha sido Heather --contestó Alfonso sonriendo a su novia-. Me ha convencido para que pruebe comida nueva, para que me corte el pelo, me ponga lentes de contacto y me compre ropa nueva. He mejorado, ¿no crees, Aní? -A mí me parecía que antes estabas bien -contestó Aní pensando que le resultaba casi un desconocido. -La apariencia es extremadamente importante -intervino Heather-. Hay mujeres, sobre todo las mayores, que no se preocupan y así les va. Yo pongo mucho cuidado en mi ropa y mi maquillaje y, por supuesto, vigilo mi peso hasta la última caloría. Merece la pena, ¿no crees, Alfonso? El aludido, paseó su mirada por el impresionante cuerpo de su prometida. -Ya lo creo, cariño. Heather sonrió encantada.

Aní sintió inmensos deseos de tirarle por la cabeza una tarta de fresa que llevaba el camarero que pasaba en aquellos momentos por su mesa, pero se dijo que Heather no había querido decir que ella fuera mayor y gorda. -¿Y cómo os habéis conocido? -preguntó forzando una sonrisa. -En la Maratón de RiversWare -contestó Alfonso-. A Heather le encanta correr y se apunta a todas las carreras que puede. -¿Tú corres, Anahí? -le preguntó Heather. -Si lo puedo evitar, no -contestó Aní intentando recordar cuándo había tenido lugar aquella carrera. Hacía cuatro meses, sí. No era mucho. -Correr no es para todo el mundo, claro - apuntó Heather-. A mí, además, me gusta probar cosas nuevas de vez en cuando, como patinar en línea. He empezado hace solo unas semanas, pero Alfonso dice que se me da fenomenal.

-Se le da de maravilla -le aseguró Alfonso-. Nunca había visto a nadie sobre unos patines con tanta gracia como ella. Heather sonrió modestamente. -Patinar en línea es muy fácil -contestó-. Hasta la persona más torpe podría hacerlo. -Aní, no -anunció Alfonso encantado. Aní clavó las uñas en la servilleta. -¿No? -exclamó Heather horrorizada.

No, no sabía patinar, pero hubo algo que le impulsó a mentir. -Sí, claro que sí -contestó-. Ah, ahí llega la cena -añadió aliviada al ver al camarero. -¿Desde cuándo sabes patinar? -insistió Alfonso-. Porque recuerdo aquella vez que te llevé y casi te partes la nariz. -Eso fue hace mucho tiempo. He mejorado -mintió Aní-. Por desgracia, no puedo ir a patinar muy a menudo -añadió cortando un trozo de pollo y mojándolo en la salsa de mango-. La tienda de Jeanette me quita mucho tiempo. -Yo también trabajo, pero siempre saco tiempo para hacer ejercicio -apuntó Heather. -En la profesión de Heather, es muy importante estar bien -le aclaró Alfonso-. Es actriz. -En realidad, solo he aparecido en una película para la televisión llamada Los vigilantes de la playa. Reunión en California. -¿De verdad? Aní no la había visto, pero sabía de lo que trataba.

Trampa de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora