CAPÍTULO 9

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 QUE VAS a hacer qué? Aní se apartó el teléfono del oído ante el grito de su hermana Kristin. El plan que había ideado la noche anterior le había parecido genial entonces, pero a la luz del día no parecía tan bueno. Aun así, no tenía opción. Cerró la puerta de la oficina para que Jeanette, que estaba atendiendo a una clienta en la tienda, no la oyera. -Voy a poner a Alfonso en una situación comprometedora. Así, cuando Heather nos vea, tendrá que romper el compromiso -repitió. -Me parece que necesitas unas vacaciones -dijo Kristin-. Unas vacaciones muy largas. -¡Por Dios, Kristin! -exclamó Aní apretando el teléfono-. No hace tantos años te encantaba aparecer en el momento más inoportuno cuando llevaba a algún chico a casa. Creí que te encantaría la idea de volver a hacerlo. -He crecido desde entonces. - P o r f a v o r , K r i s t i n . L a b o d a e s p a s a d o m a ñana. Tenemos que evitar que se case con Heather. -No sé por qué. A mí me parece una mujer encantadora. - ¡ K r i s t i n ! P e r o s i t e a c a b o d e c o n t a r l o q u e m e d i j o a y e r e n c a s a d e m a m á . E s u n diablo, te lo juro. -Bien, bien. Eres mi hermana, así que supongo que no tengo más remedio que creerte. -Gracias -contestó Aní. secamente-. ¿Te ha quedado claro lo que tienes que hacer? -Muy claro. Quieres que haga venir a Heather a la tienda esta noche a las diez y media aunque no sé cómo lo voy a hacer. ¿No podría ser más pronto? -La señora Kennedy viene a las seis y media y ya sabes que suele pasarse aquí siglos. No creo que se vaya antes de las nueve o nueve y media. Dile que es para echarle un último vistazo al menú. -¿A las diez de la noche? ¡Tendría que ser idiota para creerse algo así! Aní suspiró impaciente. Kristin estaba más espesa de lo normal. -Me importa un bledo lo que le digas, pero consigue que venga, ¿de acuerdo? -De acuerdo -contestó su hermana. -Gracias -se despidió Aní. De verdad, qué obtusa podía llegar a ser Kristin cuando se lo proponía. Marcó el número de Alfonso y sintió una punzada en el estómago cuando contestó. «¿Me tengo que creer que lo único que te interesa de Alfonso, que es rico, sexy y guapo es su amistad?», recordó. Apartó las palabras de Heather de su cabeza y habló. -Hola, Alfonso. Soy Anahí. Tengo que hablar contigo. ¿Te podrías pasar esta noche a las diez por la tienda? -¿A las diez? -Sí, eh, es que tengo que hacer muchas cosas hoy y es el único rato que voy a tener libre -dijo sintiéndose como una tonta. ¿Tendría su hermana razón? ¿Sería aquello una locura? -Muy bien -contestó Alfonso. 

Y más tonta se sintió aquella noche esperando a que llegara. Se paseó por la tienda nerviosa mientras comprobaba que todo estuviera bien. El cd de Celine Dion, el perfume y el vestido con mucho escote y muy pegado. Se miró en el espejo por temor a haberse pasado. El vestido era color melocotón y parecía una segunda piel. Observó su pelo rizado, sus ojos verdes y su tez cubierta de pecas. ¿La encontraría Alfonso atractiva? ¿Y si no conseguía que la besara? Tal vez, tendría que haberlo citado en un lugar más privado, como su casa, pero habría sido mucho más difícil hacer ir a Heather allí. Eran casi las nueve y media cuando llamaron a la puerta. Extrañada fue a abrir y se encontró a Alfonso en vaqueros y camiseta. Estaba... impresionante. Aní tragó saliva al ver cómo la mirada de arriba abajo. -Estás guapísima -sonrió. -Llegas pronto -contestó nerviosa. -Solo un par de minutos. Aní miró el reloj y se dio cuenta de que se le había parado. -Se le habrá acabado la pila -murmuró-. Tendré que cambiársela. -¿Me vas a invitar a pasar? -preguntó Alfonso. -Sí, claro, por supuesto -contestó Aní haciéndose a un lado y teniendo la sensación de que ya había vivido aquel momento. Alfonso entró y Aní se preguntó de cuánto tiempo dispondría hasta que llegaran Heather y su hermana. ¿Por qué no habría puesto Jeanette un reloj en la tienda? Tomó aire y se acercó a la mesa. Una vez allí, se quedó mirando una tela azul. No sabía qué hacer. ¿Cómo se seducía a un hombre prometido? -¿De qué me querías hablar? -preguntó Alfonso. Aní dio un respingo al darse cuenta de que lo tenía justo detrás. -Eh... me preguntaba si... a Heather y a ti os iba bien. -Nos va bien, sí, ¿por qué? Aní lo miró de reojo. Lo tenía tan cerca que, si se diera la vuelta, le rozaría el pecho con el hombro. Olía a vaqueros, a algodón y un poco a... ¿sudor? No, era imposible. Alfonso nunca olía a sudor. Alfonso era un hombre que se pasaba el día ante un ordenador. Debía de ser el calor, sí. Allí hacía un calor sofocante. -¿No la has notado un poco rara últimamente? -¿Rara? Aní sintió su aliento en el cuello y se puso más nerviosa todavía. -Sí, rara. ¿No te parece raro que organice una carrera para ayudar a las ratas de árbol de Hollywood? ¿No podría haber elegido algo mejor? -Es una de las cosas que más me gustan de ella -contestó Alfonso-. Es tan buena y generosa que es capaz de ayudar a los animales más repugnantes, a los que nadie quiere. Por eso, no dudó en apoyar una causa que a muchos puede parecer horrible. Hay que ser muy valiente para hacer algo así. -Puede que tengas razón -murmuró Aní maldiciendo la costumbre de su amigo de ver siempre lo bueno de la gente-. ¿Pero qué me dices de la boda? Dijo que no tenía muchos amigos, pero ha invitado a cientos de personas. -No me parece raro. Tiene muchos compromisos profesionales. Lo que no tiene es amigas, ¿sabes? Por eso se ha esforzado por caerte bien. «Si tú supieras», pensó Aní.

Trampa de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora