CAPÍTULO 2

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Anahí se quedó mirándolo atónita. Alfonso? Lo había visto hacía solo ocho meses, pero estaba cambiado. Muy cambiado. Ya no llevaba gafas, llevaba un traje hecho a medida y gemelos de plata. Llevaba el pelo bien cortado y la manicura hecha. Además, lucía un Rolex en la muñeca y unos zapatos de piel italiana en los pies. Pero el cambio no radicaba solo en la ropa. También olía a colonia y estaba más fuerte. -¿Peculiar? -repitió como una tonta. -Puede que haya hecho algunas locuras en esta vida, pero todavía no me pongo vestidos -contestó Alfonso. -¿Ah, sí? ¿Como qué? -sonrió Aní-. ¿Como saltarte una clase para irte a programar? -No, cosas que te sorprendería mucho saber -contestó Alfonso con un brillo familiar en los ojos. Aní se rio. La primera impresión de que había cambiado se esfumó. Aquel seguía siendo su Alfonso, el amigo del colegio con el que  siempre se reía. Su mejor amigo. Aunque lo cierto era que, aunque estaba sonriente, no la había abrazado ni besado. -¿Qué quieres? -le preguntó. -Tengo que hablar contigo. Te iba a llamar, pero lo que te tengo que decir es demasiado importante como para decírtelo por teléfono. «¿Cómo?», pensó Aní recordando las palabras de su hermana. «Alfonso estaba enamorado de ti». Intentó dejar de pensar en ello. Llevaba ocho meses sin hablar con ella. Eso no era amor. -Vas de traje -comentó intentando disimular su nerviosismo-. Te queda muy bien. ¿Intentas impresionar a alguien? -A ti, espero. Aní se agarró al pomo de la puerta. -Estoy muy impresionada -contestó intentando calmarse. -¿De verdad? ¿Puedo pasar? .

-Claro, por supuesto -contestó Aní apartándose. Alfonso miró a su alrededor y se fijó en el sofá verde y en la mesa de pino cubierta de catálogos, en el papel color melocotón con florecitas blancas y en los vestidos de diferentes colores que estaban colgados de la pared. -¿Lo has hecho tú? -le preguntó fijándose en el vestido de la señorita Blogden. Aní asintió orgullosa. -Siempre se te dio bien la ropa -apuntó Alfonso-. ¿Recuerdas aquellas navidades que me regalaste unos pantalones de rapero, una camiseta negra, unas gafas de sol plateadas y me dijiste que me dejara perilla? Aní no pudo evitar sonreír. -Está bien, está bien. No acerté, pero te lo podías haber puesto por lo menos una vez. ¡Ni siquiera lo estrenaste! -No era mi estilo --contestó Alfonso mirando de nuevo los vestidos-. ¿Los haces tú todos?

 -No, la mayoría son de serie. Yo solo coso un vestido cuando es un encargo especial. Así, ayudo a Jeanétte. Le va muy bien. Abrió  hace solo un año, pero ya casi tiene beneficios. Tiene seis bodas en junio y dos más al mes para el año próximo. La acabo de ayudar con una ceremonia en Arboretum, en Arcadia. Tuvimos que encargarnos de las diez damas de honor, del arpista, de los fuegos artificiales y de muchas cosas más. Fue tan bonita que, al finalizar, soltamos diez mil mariposas Monarca y... -se interrumpió al darse cuenta de que estaba hablando sin parar-. Perdón. -Me gusta escucharte. Recuerdo que Jeanette dijo hace ya diez años que quería poner una tienda de novias. -Yo no creía que lo fuera a conseguir, ¿sabes? Le ha costado lo suyo. -Es normal. Lo importante es no tirar la toalla. -Mmm -contestó Aní-. ¿Me querías hablar de la tienda de Jeanette? ¿Por eso has venido? -Tan directa como siempre, ¿eh? No, obviamente, no he venido por eso. He venido porque te quería pedir una cosa... -Ah...

-Sí -dijo Alfonso mirándola a los ojos-. Quería pedirte perdón por cómo me he comportado últimamente. Estaba... bloqueado por una cosa y he dejado que esa situación afectara a mis amistades. -¡Oh, Alfonso! -exclamó Aní tocándole el brazo-. ¿Y has solucionado esa situación? -No, pero lo estoy intentando -sonrió-. Mientras tanto, quería preguntarte si podemos volver a, ser amigos. -Por supuesto -sonrió Aní-. Te he echado de menos. -¿De verdad? -dijo Alfonso apartándole un rizo de la frente-. Creí que te habías olvidado de mí. -Eso es imposible. Eres el hombre más encantador que conozco. Siempre te he tenido por mi mejor amigo. En ese instante, Alfonso dejó caer la mano y la miró de forma extraña. -Me alegro -sonrió-. Así, la próxima pregunta será más fácil. Aní se puso tensa. -No me mires así, que no es para tanto -rio Alfonso.

Trampa de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora