Capítulo 1

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Vi como todo pasaba a camara lenta, otra vez. Mi madre se volvía a casar con un hombre rico del que posiblemente se cansaría en dos meses, como hacía con todos.

Desde que mi padre nos abandonó cuando tenía 5 años se había casado aproximadamente con unos 10 hombres diferentes y siempre acababa igual, ella se cansaba porque no encontraba lo que tenía con mi padre y pedía el divorcio.

Y este solo iba a ser uno más en su lista de matrimonios fracasados.

—Maeve— me llamó — ven a hacerte una foto con nosotros.

—Voy.

Me levanté con desgana y me acerqué hacía mi madre, el señor Volkov y el fotógrafo que me esperaba. Me puse entre los dos.

— Sonrían — dijo el fotógrafo

Lo hice instantáneamente como si ya estuviese acostumbrada a fingirla.

El flash de la cámara me cegó y por un momento no vi nada, solo escuchaba a la gente darle la enhorabuena a mi madre y a mi padrastro como si fuese a durar para siempre.

Noté como me empezaba a faltar el aire, esa situación y ese sitio me estaban asfixiando, salí al balcón que daba al jardín huyendo de todo ese ruido.

Me apoyé en la barandilla y solté todo el aire que llevaba dentro, me quite el abrigo y el resto de cosas que me habían obligado a llevar y me quedé solo con el vestido.

Entonces oí a alguien toser detrás de mí, y me giré.

Vi a un chico apoyado en una ventana con los brazos cruzados, una camisa negra algo desabrochada, unos pantalones ajustados por la parte de abajo, con el pelo negro despeinado ,como si se acabase de levantar, y unos ojos verde oscuro que me miraban fijamente.

—Hola—sonrió.

—Eh...hola— recogí el abrigo del suelo.

—¿Estas bien?—se acercó un poco más.

—Sí— le mentí.

—¿Segura?

— En realidad no, mi madre se ha vuelto a casar con otro estúpido millonario del que se cansará en dos meses y entonces volveré a vivir la misma historia otra vez.

El sonrió aún más que antes, algo que no entendí.

— ¿Y tú que haces aquí?

— Mi estúpido padre millonario se ha vuelto a casar con otra mujer que al parecer lo dejara dentro de dos meses— se encendió un cigarrillo.

— Mierda, no quería decir eso.

—Está bien, tampoco es como si me importase lo que le pasara a mi padre— soltó el humo.

— Me llamo Maeve — le ofrecí la mano, intentando cambiar de tema.

— Alek— me dio la mano.

—Encantada—le sonreí.

—Igual—asintió con la cabeza y tiró el cigarrillo— deberías entrar ya, creo que tú madre pregunta por ti.

—¿En serio?— mire hacia los lados como si la fuese a encontrarla ahí mismo.

El en respuesta asintió con la cabeza.

— Entonces me voy, adiós.

Se despidió con un gesto de cabeza.

Entré y encontré a mi madre mirando en todas las direcciones, me vio y se acercó lo más rápido posible.

—¿Donde estabas?

—Fuera— le señalé el balcón.

Ella miró intentando buscar algo y volvió la mirada hacia mí.

—Bueno da igual, el camión de la mudanza ya ha recogido todas nuestras cosas así que hoy podrás dormir ya en nuestra nueva casa— sonrió emocionada.

—Que bien— intenté fingir una sonrisa.

La fiesta acabo y todos los invitados se fueron, mientras mi madre se despedía de cada uno de ellos yo esperé en una silla.

—Ya nos podemos ir— me miró.

Me levanté y les seguí hacia el coche.

Mi madre y yo nos quedamos esperando dentro mientras que el señor Volkov se quedó fuera haciendo una llamada.

Apoyé mi cabeza en la ventanilla y cerré los ojos durante un instante, entonces sin querer más o menos escuché la conversación.

— Aleksander, ¿donde estás?

— Me da igual, cuando llegue a casa quiero encontrarte en ella.

Dijo algo más pero no logré escucharlo.

Entró en el coche, se pasó la mano por el pelo, nervioso y entonces sonrió.

—Ya podemos irnos— le dijo al chofer que estaba esperando en el volante.

Era un señor mayor con un traje y un gorro que estoy segura de que no le apetecía llevar.

Durante el camino pase la mayor parte del tiempo durmiendo y escuchando música hasta que al fin llegamos.

Mi madre me tocó el hombro.

—Maeve, ya estamos.

Levanté la cabeza y entonces vi la mansión, no voy a mentir era mas grande que todas las que había visto antes.

Cogí mis cosas y los seguí por detrás.

Antes de entrar me quedé parada en la puerta observándola.

— Maeve, ¿entras?— me pregunto mi madre dándome su mano.

Tome aire y entonces entré.

EviternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora