Capítulo 7

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No recuerdo cuánto tiempo pude estar con la mirada perdida en el techo, pero fue el suficiente como para que la fiesta se acabara y todo el mundo se fuese.

Me levanté del sofá y me dirigí a la cocina con la esperanza de no encontrarme con nadie.

Por suerte fue así, abrí la nevera y cogí una botella de agua, todo lo ocurrido había conseguido que mi garganta se quedase completamente seca.

Subí por la larga fila de escaleras y crucé el pasillo hasta llegar a mi habitación.

El día siguiente lo pasé entero en el cuarto y salí únicamente para comer y saludar a mi madre, no me encontré con Alek en ningún momento algo que agradecí bastante.

El tiempo pasó rápidamente y pronto se volvió a hacer de noche.

Así que mí intención fue dormirme, me puse el pijama y me tumbé en la cama, pero justo cuando estaba cerrando los ojos escuché como llamaban a mi puerta.

Me dirigí lentamente con miedo de que al otro lado estuviese Alek.

Por sorpresa para mí la que se encontraba detrás era mi madre.

— ¿Mamá?— me rasqué los ojos.

Ella me miró de arriba a abajo.

— ¿Piensas ir así vestida a la cena?

— ¿Cómo que a la cena?— la miré sin entender nada.

— Te dijimos que estaríamos todo el día fuera y llegaríamos por la noche para ir a una cena de negocios.

No recordaba absolutamente nada de lo que me acababa de decir, pero claro al oír que me iba a quedar todo el día sola con Alek automáticamente dejé de escuchar el resto.

— Me pongo algo y bajo— le dije antes de volver a cerrar la puerta.

Me dirigí al armario y cogí lo primero que encontré,  es decir unos pantalones cortos vaqueros y una camiseta de tirantes negra que me quedaba justo por encima de la cintura. Me puse unas botas negras y bajé.

Al llegar a la puerta los tres me estaban esperando, mi madre abrió los ojos mas de lo normal al verme y noté como Alek me miró, se rio y volvió la vista hacia otro lado.

Lo observé durante un momento, llevaba una camisa negra con los primeros botones desabrochados y unos pantalones que quedaban mas apretados en las zonas justas haciendo que le quedasen perfectos.

Volví la vista a mi madre que me seguía mirando estupefacta.

—¿Pero que te has puesto?

— No esta tan mal— me miré

— Da igual, ya no da tiempo a que te cambies— miró el nuevo reloj que me imagino que le había regalado el señor Volkov, como todo lo que llevaba.

Me cogió del brazo y salimos de la mansión, corría una leve brisa que se me hizo muy agradable.

El coche nos estaba esperando en la puerta, así que nos metimos lo mas rápido posible y no sé como conseguimos llegar en poco tiempo.

El sitio era enorme y muy elegante en comparación con la ropa que me había puesto.

Mi madre y el señor Volkov pasaron los primero dejándonos a Alek y a mí detrás.

El me  miró durante un segundo y entonces sonrió.

— Tú primero hermanita— hizo una especie de reverencia que no me hizo gracia en lo mas mínimo.

Resoplé y pase delante de él.

Nada mas entrar me arrepentí de la ropa que había decidido ponerme. Todos iban vestidos perfectamente, como si llevasen una vida entera esperando a ese día. Me quedé en la entrada inmóvil y entonces hoy esa risa que estaba empezando a detestar.

Alek se paró a mi lado y puso esa sonrisa de autosuficiencia que tanto le gustaba, esperé que hiciese algún comentario sarcástico pero sorprendentemente se conformó con echarme una última mirada y dirigirse a la barra.

Busqué a mi madre con la mirada y la encontré sentada en una mesa junto al señor Volkov, me dirigí hacia ella y me senté a su lado.

— No sabía que en realidad veníamos a una boda— apoyé los brazos en la mesa.

— Te dije que era una cena de negocios— me miró mal.

— Ya veo— eché un vistazo rápido a mi alrededor.

Se acercó un camarero con el pelo engominado hacia atrás y una gran sonrisa

— ¿Van a tomar algo o esperan a alguien mas?

El señor Volkov miró la silla vacía de Alek y hundió las cejas molesto.

— Enseguida vuelvo, mientras tanto pónganos una botella de champán.

El camarero asintió y se alejó.

— ¿Sabes dónde está Alek?— me miró mi madre.

Yo me limité a subir los hombros.

Como si nos hubiera oído, Alek apareció a mi lado haciendo que me sobresaltara.

— ¿Dónde estabas?— preguntó el señor Volkov con un semblante serio.

— En la barra— dijo como si la expresión de su padre no le afectase en absoluto.

Se sentó en la silla que se encontraba libre a mi lado.

 Durante mas de la mitad de la cena no pronunciamos palabra ninguno de los dos, cada vez que lo miraba me venia a la cabeza la imagen de la fiesta y lo único que quería era apartarla de mi mente.

Esperé que en algún momento dijera algo pero al terminar de cenar se acerco a su padre le susurró algo al oído y se marchó.

Noté como la rabia recorría mi cuerpo no sé porque pero esperaba que hiciese algún comentario sobre lo que pasó en la fiesta sin embargo era como si para él no hubiese pasado nada.

No entiendo muy bien porque lo hice pero me levanté y fui por donde vi que se había ido Alek. 

No lo encontré por ningún lado así que me dirigí a la salida con la esperanza de encontrarlo ahí y así fue, estaba a punto de meterse en un todoterreno negro que no había visto antes.

 Es verdad que ellos tenían muchos coches y era imposible que conociese todos pero no sé porque tuve un mal presentimiento al verlo.

—Alek— grité con todas mis fuerzas.

Él se giró sorprendido, al verme se giro hacia la ventanilla le dijo algo al conductor y se acercó hacia mí a paso rápido y con cara de pocos amigos.

— ¿Qué haces aquí—? me dijo ente dientes.

— Tenemos que hablar sobre lo del otro día.

Él me miró sorprendido como si eso fuese lo que menos esperaba oír en ese momento.

Se giró un momento hacia el coche y me volvió a mirar.

— Ahora no es el momento.

— No habrá otro momento mejor que este— le insistí

Se volvió a girar hacia el coche esta vez mas nerviosos que antes.

Suspiró y entonces su cara cambió por completo a una que no había visto nunca en nadie excepto su padre.

— Veras Maeve, no tengo tiempo para estas mierdas en la fiesta no pasó nada ni pasará nunca, tú eres mi hermanastra y te veo como tal. Ayer bebí mas de lo que debía eso es todo, ahora si no te importa tengo que irme— y con estas palabras se metió al coche y me dejo ahí.

Un sentimiento agridulce se instaló en mí, ya que sabía que tenía razón, no había pasado nada y no me debía ninguna explicación. 

Y sobre todo lo último

Él era mi hermanastro.




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