7. Es en serio

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Tuve una sensación extraña al ver su cara. Pálida y seria. Ni una gota de expresión en su rostro.
   Mientras subíamos las escaleras me acerqué para tratar de descifrar eso que parecía esconder, pero no logré contacto visual.

-¿Hiciste la actividad de geografía?- pregunté despacio, tratando de ser lo más natural posible.

-Sí- respondió Luna mirando el movimiento de sus pies en la escalera.

No funcionó. Ahora vamos con una mentira.

-Ah, y estudiaste para Historia, ¿verdad?- Le dije, fingiendo suponer que ella estudiaría.

-¿De qué hablas, Lucy?- me dijo frunciendo el ceño y entrecerrando los ojos, lanzando una rápida y corta mirada de desconfianza.

Me reí, mirándola y tratando de captar su atención, pero logré que hiciera un gesto de que mi comentario hubiera sido ridículo.

Entramos en la clase, y se sentó sola, en la parte de atrás del lugar. No seguiría molestándola, así que me senté con Maggie, y seguí mi día, sin hablar del tema a nadie.

Al llegar a casa, me encontré a mi madre y a mi hermano, preparándose para irse. Los saludé, y almorcé mientras mamá me preguntaba cómo estuvo la escuela.

Cuando finalmente se fueron, dejé la casa algo presentable, y subí a mi habitación. Me saqué el uniforme y me puse ropa deportiva negra. Me quedé haciendo deberes para el día siguiente por un buen rato, y al terminar bajé la escalera.

Me fijé la hora: 07:09pm. Tenía mucho tiempo. Guardé el móvil en un bolsillo, tomé las llaves y salí de la casa.

Saliendo, me encontré a mi amigo de la infancia, Aidan. Es un chico de gran estatura. Tiene unos raros ojos verdes, un cabello anaranjado siempre rebelde y una tez blanca similar a la de Luna. Es muy simpático y algo vergonzoso.

-¡Lucy!- dijo deteniéndose justo a la entrada de mi casa.

-¡Aidan!- grité, y fui corriendo a abrazarlo- ¿qué haces a esta hora caminando por estas calles?- le dije en tono burlón.

-Creo que soy yo quien debería hacer esa pregunta- dijo riendo.

-Bueno, en realidad pensaba caminar un rato, y quizás pasar por casa de Luna.- dije algo insegura.

-Mmm, no puedo confiar demasiado en ese tal "Luna"- dijo sonriente - mejor te acompaño.
Sonreí parpadeando lento mientras negaba con la cabeza. Aidan se rió de mí mientras caminábamos.

-Así que... ¿A dónde ibas?- le pregunté a Aidan.

-Necesitaba salir a tomar un poco de aire fresco- me respondió mirando hacia adelante.

-Y... ¿Acompañarías a tu amiga a la casa de su amiga?- le rogué mirándolo con una sonrisa falsa.

-¡Claro!- me contestó -pero sólo si nos divertiremos.

-¿Y crees que te vas a aburrir conmigo?- dije, agrandándome.

   Estábamos a una cuadra de donde vivía Luna. Le expliqué a Aidan lo que me llamó la atención de Luna estos últimos días.
   Me dijo que me ayudaría a averiguar si algo pasaba con Luna, pero que primero quería observar bien a la chica. El hecho de que un amigo me apoyaba sin prejuicios, me hizo sentir muy tranquila y confiada.

Al llegar toqué la puerta y la madre de Luna abrió la puerta. Es muy parecida físicamente a su hija, y muy amable.

-Hola, Lucy ; hola...- nos saludó a ambos.

-Hola- dijimos a dúo. -¿Está Luna?- le pregunté.

- Sí, está en su habitación, pasen chicos.-

-Bien, gracias- respondí -¿Cómo está ella?-

-De hecho tuvo algo de fiebre hoy, probablemente mañana no vaya a la escuela...

Subimos una rústica escalera de madera hasta su habitación. Estaba en su cama, con su típica cara pálida, mirando sin sentido hacia una pared. Al vernos se sentó y su expresión cambió un poco. Ahora parecía algo preocupada.

-Lucy- dijo con esa voz que ya extrañaba. -él es tu primo, ¿verdad?

-Amigo- contestó él, saludándola.

-Pero te lo presto si quieres- dije molestando a mi amiga.

Aidan rió despacio y los cachetes de Luna se llenaron de sangre, mientras me hacía un gesto diciéndome que pagaría por eso. Al cabo de una hora, Aidan tuvo que irse, y quedamos Luna y yo en su habitación.

Cuando se escuchó el golpe de la puerta, Luna me miró a los ojos directamente, con una expresión muy seria. Me dio algo de miedo, pero simplemente la miré de vuelta.

-Necesito pedirte algo- dijo luego de unos segundos de silencio -pero sin preguntas, ¿si?

-Adelante- le dije tratando de no suponer nada.

-Por favor acércate a la ventana y dime cómo está la luna.

   Me levanté, miré a mi amiga, y observé la luna. Su luz era increíble. Era redonda como una naranja, y parecía expresar algo. Luego miré a Luna una vez más, que me miraba esperando una respuesta desde su cama, y volví a mirar el cielo.

-Es luna llena- dije sin sacar la vista de la luna -y tiene una luz increíble.

-Gracias- me dijo aún seria -¿y podrías alcanzarme eso?

Señalaba un suéter de lana color rosa claro y un pantalón de pijama que estaban sobre el respaldo de una silla. Tomé ambas cosas y se las di.
Luego se sentó en la cama. Tenía puesta una camisa enorme que le quedaba como vestido. Se puso el suéter arriba de la camisa y sacó las piernas de abajo de las frazadas para ponerse el pantalón.

-¡Luna!- le grité -¡tus piernas!

Miró sus piernas y se puso el pantalón rápidamente. Tenía las piernas color lila, me impresionó demasiado. Se levantó, y cerró la ventana desesperadamente con el cuello torcido, tratando evitar la luna. Luego se acostó de nuevo, tapándose hasta la cabeza, y desde allí adentro gritó algo.

-¡Lucy, tienes que irte, ahora!

-¡No puedes dejarme así Luna, dime qué te está pasando ahora mismo!

-Lucy, te prometo que mañana por la mañana te cuento.

-Luna, me preocupas, por favor no me hagas esto...

-Lucy ven mañana apenas despiertes.

-¡Pero Luna! ¿Cómo se supone que duerma tranquila mientras mi amiga se pone violeta y se esconde en su cama?- dije casi llorando de los nervios.

-Lucy, no te preocupes por mí. Ve, descansa un rato y vuelve mañana, juro que estaré bien, lo juro.

-Está bien- respondí. Ella sabía lo que hacía. Ella sabe. Ella debe entender, me convencí.

Volví a casa observando el cielo más que nunca. La luna me había llamado mucho la atención esa noche desde el balcón de Luna. Pero sobre todo, mi mejor amiga me preocupó, y no me dejó verla. Así que pasaría la noche con esa intrigante preocupación sin salir de mi cabeza.

Cuando entré todos dormían. Eran las diez en punto. Tomé una manzana y subí a dormir, pero pasé la noche pensando qué podría hacer al día siguiente.

Cuenta conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora