12. Sueño.

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LUCIANA

Entramos besándonos a la casa, sus manos muy inquietas por quitarme la ropa.

Me separo de él, pero toma mi brazo.

–Voy por vino.– informo y me deja ir.

Sirvo la bebida, él se sienta en el sofá y se quita la camisa. Dejo las copas en la mesa y pongo música.

–Báilame.– me pide.

Me pongo frente a él y empiezo a mover mis caderas quitándome poco a poco la ropa.

Quedo en bragas y brasier cuando me subo a él. Muevo mis caderas hacia delante y para atrás, rozando nuestras intimidades. Busca besarme, pero paro mi acción.

–¿Quieres ir a la bañera?– asiente y tomo las dos copas.

Nos dirigimos al cuarto de baño y se quita el pantalón.

–También el bóxer.– ordeno.

Obedece. Dejo llenando la bañera y se acerca a besarme de nuevo.

Sus manos acarician mis nalgas y me volteo a recibir el beso.

Me sube al lavamanos y sigue besándome. Enrollo mis piernas en él y siento toda su erección contra mis bragas.

Me separo a terminar de alistar la bañera.

¿Esos frascos de que son?

Órganos.

¿Falsos?

¿Tu qué crees? se ríe burlándose de el mismo. Pero su corazón acabara alado de los otros.

Cuando la bañera se llena el entra, me quito lo que me queda de tela y entro con él.

Me posiciono sobre en dejando la punta de su miembro en mi entrada, bajo poco a poco soltando un gemido.

Mis caderas se mueven solas para adelante y para atrás, siento como su erección crece en mí, mueve sus caderas profundizando la penetración.

Mis manos se convierten en garras, de mi cabeza aparecen cuatro cuernos y mis movimientos aumentan.

Sus ojos cerrados impiden que me vea. Nuestros gemidos hacen eco y cada vez lo siento más duro.

Se aproxima a mi pecho, besándolo y lamiéndolo. Abre los ojos para mirarme y se horrororisa.

Yo no paro y agarro las copas entregándole una a él, no lo recibe así que tomo su mandíbula clavando mis garras y pero el vidrio en sus labios, inclinando la copa con sangre para que beba.

Se asquea y escupe el líquido. Intenta levantarse, pero no lo dejo. Bebo las copas de un solo trago. Estoy llegando a mi clímax.

Dejo que las copas caigan al piso rompiéndose y de donde estaban ellas, una daga.

Mis caderas no dejan de moverse cuando le clavo la daga en su pecho. Con esto llego al clímax, satisfecha.

Salgo de la bañera cortándome por los vidrios.

Me miro al espejo y vuelvo a mi aspecto original.

¿Que hice?

Clavo el cuchillo en mi reflejo. Siento como si me lo clavara a mí. Dirijo mi mirada hacia mi pecho y tengo una grita.

El dolor es fuerte y agresivo.

Soy un monstruo que cada vez que destruye algo, también se destruye a sí mismo.

Soy un monstruo que cada vez que destruye algo, también se destruye a sí mismo

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Efectos Colaterales De Estar RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora