4. Crecer en un molde roto te enseña a adaptarte a cualquier otro.

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LUCIANA

Una semana ha pasado. He explorado toda la casa. Podría decir que Francisco ha sido un buen apoyo. Me ha abrazado por las noches, mientras desahogo lo que nunca tuve oportunidad.

No le tengo confianza, apenas le agarro aprecio. Todos los días me obliga a desayunar, almorzar y cenar, respeta mi espacio y debo admitir que cuando enloquezco le lanzo cosas, obvio no a él, sino que estrellen cerca.

Ahora mismo estoy viendo televisión, en nuestra cama. Eso suena a que estoy casada.

Tengo aun dudas, cada vez que pregunto sobre que trabaja, solo dice que es cirujano.

Mis padres creen que estoy muerta, me gustaría aparecer por allá, solo a saludar, después irme y no volverlos a ver.

Joy... mi Joy... ya empezaste a doler. Me hace falta tu compañía.

Las puertas se abren y entra el señor misterio.

–¿Como estas, cielo?

Se quita la chaqueta y la corbata. Junto a su reloj para después los zapatos.

–Tierra llamando a Luz. – me saca del trance. No sé ni porque me quede así, en blanco, al verlo.

Aclaro la garganta poniendo en pausa el televisor.

–Bien, aunque me siento sola.

–Tendremos un viaje en dos días. Vamos a ir a Luxemburgo.

¿Como se respira?

Me quedo agarrando señal por unos segundos.

–Te ves hermosa con el ceño fruncido. – se sienta a mi lado y me ofrece su mano.

–¿Te acuerdas? – pregunto ingenua.

–Creo que se te quemo las neuronas o vivir encerrada como si fueras una prisionera te hace mal. Si vamos allá, es por ti.

–Es que...

–Nadie te ha puesto tanto amor en algo. – acepto su mano entrelazándola con mis dedos

Mi mano más pequeña, pero con los dedos de casi el mismo tamaño.

Gracias es eso, soy buena en el piano, algo que me encanta.

–Quiero ver a mis padres. – suelto de repente.

–Ya sabes que ellos te creen muerta. – paso a ser Mr aburrido.

–Solo quiero darles un susto. – hago puchero.

Alza una ceja sonriendo y marcando su mejilla derecha.

–Entonces puedes ir mañana... o cuando quieras, ya sabes que no eres una prisionera.

Aunque me siento así, pero no tengo nada ni nadie a quien visitar.

–Después del viaje, te daré una sorpresa. – me mira con tranquilidad.

E inevitable lo bese. Lo sorprendió tanto como a mí. Yo no sé besar. Tiemblo por las imágenes de aquel día en mi cabeza.

Se separa de mi acunando mis mejillas en sus palmas.

–Yo...

–No sabes besar. – cierta burla en su tono –Pero no me importa, ¿estas bien?

Mis manos viajan por su torso, de abajo a arriba. Reparo con la mirada y acepto que no es el. Que este hombre no me hará daño, o eso creo.

Llego a su cuello y hundiendo mis manos en su cabello despeinándolo, lo embosco con un beso.

Efectos Colaterales De Estar RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora