Ya sabes de nosotros, ahora acompañanos en nuestra incierta aventura.
Las gotas de agua que golpeaban las ventanas transmitían una gran sensación en mí, me agradaban los tiempos lluviosos, y no podía evitar recostarme de la pared cerrando los ojos para disfrutar del momento. Mis padres, hace dos días, se fueron de viaje a otro país y me dejaron con mis tías nuevamente.
Cuando estaba en casa peleaba con mis primos por cosas como el control remoto para ver una de mis novelas favoritas o por el último pan de la mesa. Realmente, cuando mis padres no estaban, podía actuar con más libertad sin estar bajo ningún criterio. Desde hace mucho no disfrutaba tanto de la vida y siento como si.. cuando estoy así, puedo ser una nueva persona.
Hace diez años, así era o al menos eso creía...
Mis cortos pies no me dejaban correr con una rapidez impresionante, por lo que iba a mí propia ritmo directamente a la casa de mi abuela. Mi abuela era una mujer dulce, completamente dedicada a las cosas que más amaba y estar con ella era algo absolutamente genial, algo que me hacía sentir feliz en mi niñez.
Mantenía una sonrisa de oreja a oreja, llevando en mi manita una helado que iba derritiéndose; pero, aún así, insistí en avanzar para que mi abuela pudiera disfrutarlo.
Al llegar a la hermosa casa de mi abuela grité y grité de felicidad, corriendo a sus brazos cuando la ví salir a mi encuentro. Ella siempre tenía un delantal color pastel, siempre estaba haciendo galletas por si sus nietos iban a visitarle.
Cuando sentí que me envolvió en un abrazo fuerte, me sentí protegida, mi abuela era completamente la mejor y nunca podría decir lo contrario de ella.
— Mi amor bello, hermosa. — dijo la señora repartiendo besos en las mejillas de su pequeña nieta con un cariño inigualable— Me alegra mucho tenerte aquí, tu madre me avisó que vendrías y rápidamente preparé tus galletas favoritas.
— ¡Abuelita! —exclamé con entusiasmo, ignorando todo y alejándome para extenderle la paleta que ya se encontraba medio derretida en su empaque— Te traje helado, ahorré mucho para comprartelo
Nuevamente fuí envolvida en un cálido abrazo de parte de la contraria, esos tiempos eran completamente inolvidables. Después de un buen rato nos adentramos a la casa, comí de las galletas que preparó mi abuela y tomé jugo de cereza, aún era temprano así que me dejó salir a jugar.
Mientras jugaba en el patio pude notar la presencia de dos niños más, uno era muy bajito y hasta podría parecer un pequeño duende y el otro parecía ser más grande por la altura y rostro; pero, de igual forma, les resté importante y seguí jugando con mis muñecas. Anduve tan adentrada a mi juego que no pude sentir cuando aquellos niños se acercaron más hasta que uno de ellos habló.
— Ho..la — dijo en casi un susurro el más alto de ambos.
Con confusión, miré a mi costado levantándome para responderle.
— ¿Hola? Mi abuela dice que no hable con estraños...
— Ouh.. ¡perdón! Sólo.. ¿quería saber si, puedes darnos algo para comer? Mi hermanito y yo estamos somos nuevos por aquí y nos perdimos.. y.. él tiene hambre, yo aún puedo aguantar un poco más
Lo recuerdo como si hubiera pasado ayer, ese día miré de arriba a abajo a aquellos niños y con un empujón le negué lo que me pedían, gritándoles sin un motivo o alguna razón.. ellos sólo habían pedido un favor que tomé de mala forma y actúe mal. Lo recuerdo muy bien...