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Me encantaría contar como el disparo fue de parte de las serpientes, que peleamos y nosotros ganamos y vivimos felices para siempre...

Pero eso serían puras mentiras. Después del disparo (que por cierto me dio a mi ya que Cheryl me disparo) me capturaron y no supe qué más pasó. No es la primera vez que me disparaban pero siempre el dolor iba a ser el mismo, sentía como toda mi sangre salía de mi organismo pero como toda una guerrera no hice ningún gesto. Jughead y otro tipo me cargaron y me subieron a una camioneta mientras yo pateaba, soltaba puñetazos y alguna que otra grosería pero ellos seguían en lo suyo.

Me colocaron un gorro en la cabeza para no poder ver y me amarraron pies y manos, al subir a la camioneta escucho como cierran la puerta y algunos individuos murmullan.

Reí.

¿En que maldito momento pasamos de querer declarar la guerra a puño limpio a qué me dispararan y me subieran en contra de mi voluntad? 

—Cuéntame el chiste Betty, yo también quiero reírme a pesar de tener una bala en mi hombro— escuche a Jughead

—El chiste se contaría mejor si no estuviera con la cara cubierta y amarrada

—Lo siento, creo que no verás algo en un buen rato

—¿Sabes que he estado en peores situaciones que está? A decir verdad solo estoy esperando a que paren la estúpida camioneta para poder borrarte esa puta sonrisa que seguramente tienes en el rostro

Silencio.

Eso hubo durante lo que creo que fueron unas dos horas hasta que por fin sentí como la camioneta de dejaba de mover.

Jughead me tomo de los pies y tiro de ellos para arrastrarme y luego cargarme como un vil costal de papas a lo que no hice objeción alguna, ya me dolía el trasero de estar sentada en esa superficie de metal.

—¿Acaso planeas tenerme de tu rehén Jones?

—Algo por el estilo

Siguió caminando y escuché cómo abría una puerta de una patada y luego salí volando por el aire hasta caer en lo que supuse era un colchón. El me desató las mano para luego ponerme unas esposas.

Jughead camino por la habitación y me quito el gorro de la cara.

—Mejor ponme el gorro otra vez, así mínimo no veo tu horrible cara de estúpido

—Mira como me río

Ambos nos fulminamos con la mirada pero nuestra guerra de miradas se vio interrumpida por la presencia de otra persona y no era nada más y nada menos que la pelirroja oxigenada de Cheryl Blossom.

—Mierda

—No creas que yo también tenía ganas de verte Betty...tú— mira a Jughead— el jefe te está llamando.

El asintió y rápidamente me metió una calceta a la boca y luego un pedazo de cinta adhesiva. Solté un gruñido de exasperación y mis secuestradores se fueron dejándome ahí sola.

Intente buscar alguna salida pero lo único que se me ocurría era arrancarme la mano o morderme la lengua para terminar este sufrimiento llamado vida y ser secuestrada por un baboso. Volví a gruñir y seguí viendo a mi alrededor. Estaba en una habitación gris, con una cama mediana perfecta para una persona, al lado tenía una cómoda con una pequeña lámpara de color negro y sobre ella había algunos colores de cera junto con una libreta, no había ventanas por ningún lado de la habitación más que un pequeño traga luz que estaba justo encima de mi y dejaba ver algunas nubes que pasaban, de mi lado izquierdo había un closet de madera, había unos rasguños en la puerta y un ventilador, pero lo que más llamó mi atención fue un escritorio posicionado en la esquina de esa habitación, había una máquina muy vieja para escribir, hojas, otra lámpara aunque un poco más grande, algunos libros de pasta gruesa y unas tijeras.

Si por algún milagro lograba quitarme las esposas podría hacer magia con esas tijeras.

Después de tomarme una siesta de 3 horas me desperté gracias al calor infernal que está haciendo en esta habitación del demonio, quien sea que duerma aquí debe de tener poderes especiales o ser de hielo para dormir aquí como un bebé ya que si yo durmiera aquí estaría sudando a tal nivel que me podría hacer una piscina de mi propio sudor. Bueno, aunque pensándolo bien eso me conviene, si estoy lo suficientemente sudada podría intentar sacar mi mano de las esposas.

Comencé a hacer lo que pensé y en efecto, gracias al sudor pude sacar mi mano aunque haya dolido un poco y por no mencionar que todavía tengo una bala dentro del cuerpo. Al tener mis manos libres seguí a desatar mis pies.

Era libre. Era libre cuál perro sin correa, eso me hizo acordarme del perro de la comunidad Hot Dog.

Agarre las tijeras y me mentalice para mandar al carajo a cualquiera que se pusiera en mi camino hacia la libertad. Tomé la perrilla de la puerta y la giré pero al abrir la puerta me encontré con una desagradable situación.

—¿A donde crees que vas preciosa?

Fruncí el ceño.

—Pero que mierd...

Y oscuridad otra vez.

SerpentsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora