Morir sin sentir que es vivir

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 Existen cosas que al final del día no sé explicar, la calle, lluvia, rutina... tantas cosas que testifican que el mundo sigue sin ningún disparejo anormal. Las personas van y vienen, el reflejo cotidiano de un momento subyacente reta al común y lo hace hacer cosas distintas día a día; y sí, mientras todo eso pasa yo sigo aquí, sentado sin motivos, pensando sin ganas, queriendo sin fuerzas.

Mi pregunta es ¿por qué? Las cosas no se solucionan solas, lo sé, las marcas son razgos fuertes de razonar lo que no y entender lo que sí, las cicatrices son el límite de ti, entender hasta dónde llegas y frenar hasta que no puedas. Necesito un poco más de tiempo, necesito un fragmento de vida colorida en mí que me brinde las ganas voluntarias de continuar y de enredarme más en una vida que me permita seguir sin sentirme menos.

Bueno, básicamente puedo señalar con mis dedos las cosas que he decidido dejar, reto al disperfecto mundo que vivo a cambiar, quiero intentar valorar más y quiero amar sin despreciar ¿seré capaz? Porque bueno, siento que estoy limitado entre hacer y tener, quiero hacer muchas cosas, pero no tengo el suficiente coraje para enfrentarlas.

Quizás se pregunten por qué pienso como un niño frente a cosas que requieren madurez, pero realmente me pregunto, ¿por qué pensar cómo adulto cuando realmente un niño entendería que no debemos guardar tantos rencores porque al final del día no tendremos con quien deslizarnos del resbaladero?

Pego un grito al cielo, no tengo talento, siento que me enfrento al gran final de mi vida, tengo miedo de seguir, y rechazo la idea de morir, por lo menos de morir sin sentir que es vivir.


Con denuedo,

Mahath.

No, no es un diario másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora