3

5.7K 416 88
                                    

AZAZEL

Era la primera vez que sentía que perdía, de alguna u otra forma, el control. Que no podía pensar con claridad. Sí, lo sé, joder. No debería estar haciendo esto. No debería sucumbir a este tipo de sensaciones. Estar manteniendo una tensión sexual con una terrícola. Debería estar interrogándola. Amenazándola de que la mataría—cosa que no podía, pero sería muy efectivo amenazarla—para que me diera información de qué demonios estaban intentando hacer conmigo.

Me habían encarcelado. Me habían hecho prisionero, un esclavo. Pero aquí me tenían, teniendo un puto momento sexual con una terrícola. Una jodida y deliciosa terrícola.

Y sí. Iba a desquitar toda la frustración de no poder utilizar mi fuerza y poderes con ella. Después de todo, ella en sus adentros—y se podía ver mediante su cuerpo por ese jodido aroma que desprendía—que ella también quería lo mismo que yo.

Cerré los ojos por unos instantes para evitar perderme en el deseo y tomarla en ese instante. Las curvas que tenía su cuerpo me estaban volviendo loco. Volví a abrir los ojos.

—¿Quieres que haga eso, Barbie? —pregunté. ¿Cómo sabía su nombre? Fácil. Lo había visto en uno de esas cosas colgantes, al costado una foto suya— Dime, preciosa. ¿Quieres que descargue toda mi furia contigo?

Si lo aceptaba, haría todo lo posible para no irme de este puto lugar. Era muy probable que me despertasen a mí mediante descargas eléctricas que me lanzaban esos idiotas para torturarme y usarme como experimento.

Apreté su pierna. Mi lengua lamió su pezón, no me importó demostrarle mis quince centímetros de lengua. Ella vio cuán grande era ahora y cómo no hacía falta agacharme un poco para chupar su delicioso pezón.

—Joder..., tienes unas tetas preciosas, Barbie.

Un poco de su cabello marrón oscuro estaba por su rostro. Mi cola, que estaba escondida, decidió salir y enredar su lengua. Si no la hubiera enredado, hubiera estado moviéndose de un lado a otro totalmente inquieta por ella.

—Sí...—respondió—Sí, Azazel.

Sonreí ladinamente. Mi lengua siguió lamiendo sus pezones por otros minutos mientras mis manos pasaban por su pierna. Mi cola empezó a bajar lentamente ese trozo de tela que tapaba su intimidad.

No. Aún no. Por le momento, debería jugar un poco.

Ensanché mi sonrisa. Metí mi lengua en mi boca y cargué a Barbie hasta ponerla en el suelo. Sentía cómo su mirada estaba en mí mientras yo me paré y empezaba a agarrar esa cosa medio viscosa de color amarillo.

—No te quiero sentada. Te quiero echada. Y con las piernas abiertas—ordené—. Ahora.

—¿Para qué...?—contestó un poco tímida.

Como me ponía esa timidez.

—No temas de mí, Barbie—agarré el cuchillo con una mano y con la otra el plato que tenía esa cosa viscosa amarilla. Me arrodillé ante ella—. Prometo no hacerte nada malo. Tengo tu consentimiento, pero no pienso abusar de ello...al menos que tú me lo pidas.

Ella me miró por unos segundos, con un puto dedo en su boca, y se echó. No pude evitar lamerme los labios al verla desde ese ángulo.

Dejé el plato en el suelo y, con ese pedazo de metal terrícola, lo resbalé mediante ese líquido viscoso amarillo y me acerqué al cuerpo de ella.

—Separa las piernas—el aire se me hizo dificultoso de respirar—. Es una puta orden.

Su piel estaba toda sonrosada. Su rostro estaba rojito del momento y de—lo que podía deducir—vergüenza, pero fue esa timidez y pequeña vergüenza lo que me causo un poco de gracia y ternura. Y fue su jodido aroma que me estaba desquiciando por completo.

En mi sueños (AVANCE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora