Spiteful Fate [ZoSan]

1. Desde las Sombras

Hola a todos!!

Bueno, como se habrán dado cuenta, por fin les traigo la tercera parte de esta saga. Les recuerdo que como es la parte final de una serie, es preferible leer primero las otras dos parte para que puedan entender bien la historia. También les recuerdo que yo tengo esta historia finalizada en AY desde hace años, así que algunas cosas no coincidirán con el canon de la historia.

y sin más que añadir, los dejo con este primer capi, disfrútenlo!!

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Cap 1. Desde las Sombras

Cada maldito día dentro de ese lugar era exactamente lo mismo para él. No hacía más que dormir, comer y pelearse con quien se le pusiera enfrente, de vez en cuando recibía algún castigo, pero eso no hacía más que avivar las llamas de ira dentro de él. De haber sabido que la cárcel sería tan jodidamente aburrida, hubiese pedido su ejecución. Sin embargo, estaba obligado a cumplir la absurda sentencia de nueve cadenas perpetuas, era un maldito fastidio; la policía era tan estúpida que ni siquiera pudo encontrar las pruebas suficientes de todos sus crímenes; a lo sumo sólo se le adjudicaba un 14% o 15% de lo que había hecho en toda su vida criminal. Odiaba a la policía por ser tan ineficiente, a los presos que siempre buscaban pelear con él, a los guardias que siempre escupían su comida y le hacían la vida miserable, pero sobre todo, odiaba a Trafalgar Law, su antiguo jefe, por haberle encerrado ahí.

A pesar de que había manchado sus manos por él, había terminado recluido por culpa ese mismo hombre que alguna vez le dio todo... dinero, poder, mujeres, placer, dolor, absolutamente todo lo que deseaba y más; incuso le había dado la oportunidad de conocer el amor. Dios, cuánto le amaba, hubiese dado su vida sólo por un beso suyo, una caricia, una mirada de afecto ¡Lo que sea! Pero en vez de eso, había terminado apuñalado por la espalda, ¿y por qué? Por culpa de ese jodido mocoso con sombrero de paja...

- ¡¡JODER!! ¡¡JODER!! ¡¡¡JODER!!!- gruñó eufórico, y apretando los puños, golpeó con toda la rabia que tenía contenida a un pobre infeliz que iba pasando por ahí. Los otros presos se alejaron de inmediato al ver el pleito, ya habían perdido suficientes dientes por causa de ese tipo

- ¡¡ya basta Eustass!!- habló un oficial acercándose a él pese a que las piernas le temblaban exageradamente- detente o disparamos- su arma se levantó titubeante hacia el pelirrojo junto a cinco armas más de sus compañeros y tres francotiradores en las torres de vigilancia- suéltalo, coloca las manos tras tu cabeza y... y no dispararemos...

-tks- morir, ¿cuántas veces se había planteado esaposibilidad? Sinceramente, ya había perdido la cuenta, no era hombre de números. Sin embargo, aunque la muerte sonaba bastante atractiva, no iba a morir por dos simples razones: la primera, no iba a tomar el camino fácil, no permitiría que pensasen que era débil y que se había rendido; y la segunda y más importante, aún tenía un asunto pendiente. Gruñó de nuevo mientras se llevaba las manos tras la nuca y se ponía boca abajo en el piso, junto al tipo que acababa de noquear- algún día los mataré a todos- rió malicioso, dejándose esposar y llevar a la celda de castigo.

Odiaba estar confinado en ese sitio no porque fuera pequeño, oscuro, incómodo ni asquerosamente sucio, sino porque en ese lugar, que además era mortalmente silencioso, comenzaba a pensar; y en lo único que pensaba era en aquel maldito y sensual bastardo. Si tan sólo lo tuviese de frente lo golpearía hasta que los puños le ardieran, y luego, con la carne al rojo vivo y la sangre brotando de cada centímetro de su piel, le haría suyo... lo violaría una y otra vez mientras se ahogaba en su propia sangre. De sólo imaginarlo se le erizó la piel por la excitación y su masculinidad palpitó ansiosa 

Joder, qué delicioso sería...

Se abrió los pantalones con desespero y liberó su bien proporcionada e hinchada hombría, pasando su mano con fuerza sobre ella, haciendo que la fricción le calentase aún más. Su mano iba tan rápido que incluso le dolía, pero el dolor no era algo que le molestase durante el sexo, sino todo lo contrario. Jadeó fuerte y ronco, cerrando los ojos para visualizar mejor al moreno. Qué exquisito cuerpo, qué melodiosa voz, qué suculentos labios... pronunció el nombre de su antiguo jefe casi en un grito, golpeando las paredes con su voz tan sólo para, unos minutos después, correrse sobre la misma, manchándola más de lo que ya estaba. Se sacudió con violencia, asegurándose de sacar hasta la última gota de su ser, y antes de que su erección bajara, la estimuló una vez más; era la única diversión que tenía entre esas cuatro paredes...