Capítulo 1: Arkins ll

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La noche era lo que esperamos siempre con ansias, pues era el único momento en el que podíamos descansar del sufrimiento que significaba la salida del sol cada mañana. Cada día, es despertarse y escuchar los lamentos, el dolor de la gente al salir sin protección alguna, pues no es capaz de pagarla y verse expuesta ante los rayos del sol que no fueron filtrados por la capa de ozono, o lo que queda de ella.

Desperté con sudor en mí frente, cada vez es más difícil protegerse de las olas de calor, aunque pongamos el aire acondicionado seguimos sufriendo por esto y todo por la culpa de lo descuidada que fue la humanidad.

–        Sam, debemos levantarnos, hoy es nuestro último día de entrenamiento  –

Escuchaba a Jackson pero no tenia ánimos de abrir los ojos, simplemente quería dormir un poco más, por lo que lo tomé de la cintura y lo recosté a mí lado, él solo se rio y nos quedamos así unos cuantos minutos. Estaba quedándome dormido, cuando mí sueño volvió a ser interrumpido por mí padre.

–        Samuel ¿Cuántas veces tengo que decirte que dejes de aprovecharte de Jack cada vez que lo mando a despertarte? Y vos, tenes que ser más estricto con él. – Nos regañaba mientras quitaba las sábanas que cubrían nuestros cuerpos

–         Ay papá, solo 5 minutos más – Me quejé, pero al abrir los ojos y ver a mí madre en la puerta no dude en levantarme y salir corriendo al baño a prepararme. Escuchaba las risas de Jack y mi padre, los 3 sabemos que no es bueno hacer enojar a mamá, menos a la mañana.

Termine de arreglarme y bajé a la cocina para desayunar algo antes de irnos al Centro Arkins ll.

–        No hay tiempo para desayunar ¡Llegamos tarde! – Jack me tomó del brazo y corrimos fuera de casa, donde estaban Eros, Ariel y Mía caminando tranquilamente.

–        Hey, ¿Por qué tan apurados?  – Eros se acercó y nos saludamos con un abrazo, somos amigos desde los 2 años, y aunque sea menor que yo, es el mas alto de nosotros.

–        Jack me dijo que ya era tarde… ¿Qué hora es? – Pregunté mientras saludaba a Ari y Mía.

–        Las 6:20 – Dijo Ariel, mirando su reloj.

Miré a Jackson, bastante enojado y él sabía bien que lo estaba porque no dudó en esconderse detrás de Mía.

–        ¡No uses a Mía como escudo, asume tu responsabilidad como un hombre! – Cuando me acerqué, salió corriendo, así que lo seguí. Los demás solo se reían, era la rutina de todas las mañanas.

Llegamos al Centro y nos quitamos los trajes protectores, puesto que dentro de las instalaciones el sol no era capaz de generarnos ningún daño. Caminamos como siempre hasta nuestra estación, donde teníamos nuestro equipo de entrenamiento; trajes de cuerpo completo que estaban hechos de una tela gruesa pero liviana, botas altas, cascos negros y un cinturón donde poner nuestras armas y objetos necesarios, como radios que funcionarán a través del tiempo, etc.

–        Hoy es nuestro último día. – Habló Mía y todos la miramos con preocupación – Tranquilos, tomé mi medicación, solo estoy melancólica, eso es todo. –

Tenía razón, pensar en ello me daba un sentimiento de melancolía que generaba un vacío en mi pecho, habíamos estado preparándonos para esto desde pequeños. Cuando el padre de Eros se embarcó en el proyecto Arkins l, donde perdió la vida, y recuerdo eso como si fuer ayer, como vi a la madre  de Eros llorando por primera vez y como lo vi a él perdiendo ese brillo en sus ojos. Tenía miedo, miedo de que nos pasara lo mismo que al primer escuadrón, pero no iba a dar marcha atrás, ninguno lo haría.

–        Yo no siento ni tristeza, ni melancolía. Estamos juntos, siempre lo estuvimos y por eso estoy feliz. Piénsenlo, seríamos héroes, los 5 juntos. – Jackson sonreía mientras hablaba, pero la lágrima que se asomaba desde su ojo derecho no lo dejaba mentir. Me acerqué a abrazarlo, pero el se negó, terminando de cambiarse.

–        Jackie, tiene razón, mientras estemos los 5 juntos no hay porque estar tristes ¿No? – Y aunque quisiera ocultarlo, a Ariel se le quebró la voz en la última palabra, rompiendo en llanto. Eros no dudó en abrazarla, a ella y a Mía.

Verlos así me rompía el corazón, Ariel y Mía seguían siendo para mi, aquellas pequeñas hermanas del orfanato. Desde que perdieron a sus padres han estado con nosotros, recuerdo cuando acompañamos a Mía a su primera sesión con el psicólogo, cuando Ariel se graduó en psicología; decía que quería ser capaz de entender y ayudar a su hermana siempre. Recuerdo cuando Eros se le confesó a Ariel. Tantas cosas pasamos juntos y mañana podría ser nuestro último día con vida.

–        No hay que pensar en negativo, no hay porqué llorar, seguimos vivos. – Eros era el único que no lloraba y se que lo hacía para no preocupar a Ariel. – Vivimos mucho, tanto acá como ahí afuera, sufrimos, reímos y amamos – Dijo eso último mirando a Ariel a los ojos. – No hay nada de lo debamos arrepentirnos. –

–        Todos sabíamos que esto pasaría, nos preparamos para esto y aunque todos nos intentaron convencer de olvidar la misión, pero no lo hicimos. Ya estamos acá, no hay vuelta atrás. – Hablé, aunque mi garganta quisiera cerrarse, las palabras salieron e hicieron eco en el lugar.

Por un futuro juntos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora