Capítulo 4: La nueva Era

0 0 0
                                    

Cuando abrí los ojos estábamos en lugar totalmente desconocido, no había rastro alguno de civilización, pero había tanto verde que al principio pensamos que estábamos en una selva, pero resultó ser una pradera, nunca habíamos visto una más allá de imágenes y era un paisaje tan hermoso que sentía como mis ojos no querían cerrarse ni un segundo para no arriesgarse a que fuera una alucinación.

–   Esto es real ¿Cierto? – Mía estaba anonadada, al igual que el resto de nosotros

–   Sí. Lo es. – Dijo Eros cayendo de rodillas en el pasto. – Es suave, chicos, es suave –

Todos nos agachamos a tocarlo, no era como el de casa, tan áspero que podrías cortarte con él. Este era tan suave que se sentía como cosquillas en las yemas de los dedos.

–   Hay que llamarlos, hay que decirle al resto ¡Esto es increíble! – Gritó Ariel de emoción

Tomé el intercomunicador tratando de contactar con la base, marcando las coordenadas y el tiempo necesario para poder enviarles el mensaje, pero cuando lo tomé estaba roto. El de todos lo estaban.

–   ¿Qué se supone que vamos a hacer ahora? – Preguntó Jack casi entrando en pánico

–    Cálmate, solo necesito unas horas para arreglarlo, no te preocupes – Traté de tranquilizarlo – Sabes que me prepararon para estos casos –

–   Bien, deberíamos explorar la zona y establecernos en un lugar antes de que anochezca – Dijo Ariel

Todos nos pusimos en marcha, encontramos un lugar perfecto para quedarnos, había un río cerca y árboles muy altos. Nos habían hablado de la posibilidad de encontrarnos con todo esto, pero no podíamos dejar de sorprendernos cada vez que veíamos al más mínimo insecto o animal, ya que en nuestro tiempo era raro encontrarte con alguno.

Empezamos a armar las casas inflables que nos habían preparado los científicos; eran bastante espaciosas, en una íbamos Eros, Jackson y yo, y en la otra Mía y Ariel. A pesar de ser inflables, eran de un material resistente, así que no nos preocupaba la posibilidad de que se rompan. Una ves todo armado, acomodamos las camas y lo necesario para estar cómodos, así que me puse a reparar los comunicadores. Jack y Mía estaban preparando una fogata y Ariel pensando en que podríamos cenar, Eros por otro lado estaba jugando con hormigas; lo sé, algo infantil de su parte, pero decidí dejarlo porque hacía tiempo que no lo veía así de tranquilo y feliz.

–  Mía, ¿Dónde están tus medicamentos? –

–  Los sedantes están en la mochila roja, los inhibidores en la maleta y los antidepresivos junto con mi ropa – Le respondió a Ariel mientras intentaba encender la fogata

–  No. No están – Todos dejamos lo que estábamos haciendo en ese momento.

–  Deben de estar ahí, Ari, es imposible que los olvidara – Eros se metió y ayudó a buscar.

–  En serio, no puede estar pasando esto —

–   Tranquila Mía, los encontraremos – Jack intentó calmarla, todos sabíamos que si tenía una ataque y no podía tomar sus medicamentos estaríamos en problemas.

–   Eros, ¿Esto que es? – Tomé una pequeña cajita del piso, era totalmente blanca por lo que no había forma se saber que era.

–  ¡Esos son los sedantes! – Gritó Ariel corriendo hacia mi y tomándolos.

–   Ahora solo faltan los antidepresivos e inhibidores – Jack seguía buscando junto a Eros

–   ¿Ves? Te dije que era imposible que los olvidara –

Siguieron buscando hasta encontrarlos, y por el pánico de haberlos olvidado, Mía tuvo que tomar uno de los sedantes.

Una vez calmado el ambiente seguí arreglando los intercomunicadores, no era algo muy complicado, después de todo estudié toda mi vida con estas cosas. Aún así, sin darme cuenta, ya era de noche y la fogata junto con los insectos eran los únicos ruidos que escuchaba. Estaba a punto de terminar con el último intercomunicador, cuando miré al techo. Había un tragaluz por donde podía ver lo más hermoso que jamás había visto; habían tantas estrellas y la luna gigante brillaba con tanta intensidad que inconscientemente salí de la casa y me quedé mirando el cielo nocturno.

–  Hey, Sam, ¿Terminaste? – Se me acercó Eros.

–  No, yo solo… solo quería ver el cielo –

–   Es hermoso ¿No? – Se unió Ari.

–  Si, magnífico – dijeron Jack y Mía al unísono. Nos quedamos así unos minutos, hasta que algo sonó dentro de la casa.

–  ¿Qué fue eso? – Preguntó Jack

–  ¡El intercomunicador! –

Salimos todos corriendo hacia la casa, cuando entramos uno de los intercomunicadores brillaba. Lo tomé y marqué lo correspondiente. Habían miles de mensajes de mi padre, quería saber si habíamos llegado, si estábamos vivos, porque no contestábamos. Estaba tan preocupado. Le contesté que estábamos bien y le conté todo lo que había pasado. Estábamos tan cerca de por fin vivir una vida normal, de que todos estuvieran a salvo y que dejáramos de lado el sufrimiento de todas las mañanas, podríamos respirar aire puro siempre. Un futuro prometedor. Decidimos irnos a dormir y al otro día ver el mensaje que dejara mi padre, estábamos exhaustos después de todo.

Por un futuro juntos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora