6. Last day of summer

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Le sorprende cómo el cambio de clima anuncia el final del verano. El otoño se acerca, las hojas de los arboles comienzan a cambiar de color y caen sobre el suelo, su parte favorita. Ama pisar esas hojitas y escuchar como cruje sobre sus pies. Su hermana le ayuda a juntar toda una montaña de hojas para que se lance a jugar.

Lo mejor de que se acerca el otoño, en el pueblo en el que vive, realizan un hermoso festival de verano para despedirlo. Le encanta ir a jugar y disfrutar de la deliciosa comida, sentarse en las colinas para ver el espectáculo de los juegos pirotécnicos.

—Este año no podré acompañarte —le dice su hermana mayor al llegar de trabajar—. Tengo que volver al trabajo, con el festival habrá mucho cliente en el restaurante.

Escucha eso, el corazón del azabache se rompe y hace un pequeño puchero.

—¿Y puedo ir solo? —pregunta Giyuu mirando a su hermana.

—Hay mucho peligro afuera, ¿y si algo te pasa? —Tsutako se agacha un poco para verlo en los ojos.

—Tengo trece años, no me va a pasar nada. Me dejas ir solo a la escuela y no a un festival. ¡Por favor, déjame ir! —pide el menor.

—Lo sé, pero no me puedo dar el lujo de perderte. Nos tenemos uno al otro y no me gustaría que te pase algo —Tsutako le pellizca su mejilla—. Te prometo que iremos el de diciembre.

—Ese no me gusta porque hace mucho frío, este es mi favorito. Es el fin del verano, dejame ir por mi cuenta —el pelinegro hace un enorme puchero.

Tsutako siente remordimiento por privar a su hermano de un festival que tanto le gusta y los enormes ojos que está haciendo para poder convencerlo. Revuelve su cabello y besa su frente.

—Solo un rato, no te puedes quedar fuera de la casa hasta que el espectáculo de la pirotecnia termine —pide la hermana.

—¡Gracias! —el azabache abraza con fuerza a la mayor.

Con el permiso de su hermana, Giyuu se prepara para ir al festival, usando una yukata azul cielo con un listón en la cintura de color azul oscuro. Tsutako le ha dejado un poco de dinero sobre la mesa para que pueda ir a comprar algunos dulces y jugar en los puestos.

Por suerte no está lejos el lugar donde se llevará a cabo el festival y Giyuu camina poco. Se emociona muchísimo al ver el enorme evento. Debió decirle a su mejor amigo Sabito para que lo acompañara para jugar juntos.

Se queda mirando un momento los algodones de azúcar, emocionado de ver cuantas figuras y colores se puede hacer de esa dulce golosina. Nota como un niño lo toma y se da la vuelta sin tener que pagar.

—¡Oye, niño! ¡Tienes que pagar eso!

El niño mira con incredulidad lo que dice el hombre del puesto, como si le estuviera hablando en otro idioma. Se ve que mete una mano entre sus ropas buscando algo y lo único que saca es un puñado de bellotas.

—Lo siento, no tengo más —dice el chico.

El hombre de los algodones mira sin entender lo que acaba de decir. Giyuu tampoco entiende porque le deja las bellotas sobre el mostrador. Se molesta más el adulto, acercándose al niño rubio con puntas rojas para quitarle el dulce.

—¡Espere! —exclama Giyuu deteniendo al hombre de sus ropas—. Yo lo pagaré.

—¡Bien! ¡Pero no vuelvan a hacer eso! —gruñe.

El azabache paga por el algodón y luego se acerca al niño. Nunca lo había visto en su vida y eso que no es un pueblo muy grande como para no notarlo, mucho menos con ese inusual color de cabello y mirada de búho.

RenGiyuu Week 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora