XIV

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El día en el que entré al Internado se abre paso en mi mente mientras el beso ocurre.

Recuerdo como mi madre, con un recogido bastante elaborado en su oscura melena, y una expresión de frialdad, cerraba una enorme maleta donde había guardado todas mis cosas salvo los juguetes. Solo ropa, libros y algunos productos básicos de aseo personal.

Recuerdo como la miraba, deseando que se compadeciera y me dejara quedarme en casa con ella y mi perro Dustin, pero ni siquiera me miraba, solo se dedicaba a dejarlo todo en orden mientras yo lloraba en silencio.

- Salimos en diez minutos. Despídete de Dustin. - se sacudió las manos y me miró por primera vez en dos horas. - Te espero en el coche. - me dijo, y tras eso, cogió mi maleta y salió de mi habitación, dejándome sola. Quería preguntarle por décima vez si podía llevarme a mi perro, pero sabía que su respuesta iba a ser un "no" rotundo.

Me sequé las lágrimas y llamé a Dustin. Escuché sus patitas correteando por el pasillo y de repente apareció, moviendo su rabo de lado a lado y con la lengua fuera.  Era un pastor alemán. Se acercó a mi y empezó a lamberme la cara, como de costumbre, mientras yo le rascaba tras las orejas. De nuevo las lágrimas empezaron a salir.

- Te voy a echar mucho de menos, amigo. - le susurré, y el soltó unos ladridos muy suaves, como si notara que algo iba mal.

Estuve dos minutos más dándole besos y abrazándolo, alargando el tiempo lo más posible. Después me levanté, me sequé las lágrimas con el dorso de la mano y bajé las escaleras, dejando atrás mi habitación, el que había sido mi hogar por catorce años. Mi madre no paraba de tocar la pita con desespero para que bajara de una vez.

Me subí al coche de mi madre, en el asiento trasero, en completo silencio. Una vez dentro ella puso rumbo al Internado. El coche avanzaba, dejando atrás mi vida a la vez que yo la observaba marcharse; toda mi vida y lo que conocía se estaba quedando tras mi espalda.

Ni siquiera fui consciente de cuánto tardamos en llegar, pero a mi me parecieron cinco minutos. Mi madre aparcó el coche frente a la puerta del Internado y se bajó para sacar mi maleta del portabultos y yo me bajé cuando ella abrió mi puerta. Una señora vestida completamente de negro me esperaba en la puerta, con una expresión gélida y las manos cruzadas tras su espalda.

-Nos vemos pronto, Liese. - me dijo mi madre, agarrándome ambos lados de la cara mientras yo lloraba. - Se buena.

"Se buena"

De pronto mi mente vuelve al presente. 

"Se buena..."

Muy a mi pesar, aparto a Kay de mi de un empujón en su pecho. Noto el frío de la habitación cuando su cuerpo se despega del mío y los labios todavía húmedos por el beso. Sus ojos me miran con total desconcierto, está claro que no entiende qué pasa, y lo peor es que yo tampoco lo sé. 

-¿Y ahora qué?- me pregunta en un tono cortante y molesto.

-No...No puedo hacer esto.- la voz me tiembla, y no se si es por los nervios que me produce la situación o por el recuerdo del cuerpo del pelinegro pegado al mío con dureza. 

-Oh, vamos, ¿el qué? ¿Sentir? ¿Ser humana?- me mira completamente indignado. Creo que realmente se está hartando de mi y de este tira y afloja tan absurdo. - Me estoy volviendo loco...¡Me estás volviendo loco!- se pasa las manos por su pelo ya desordenado, desordenándolo aún más. Su mandíbula apretada. - No lo soporto, cuando tengas las cosas claras ya sabes donde está mi puerta. 

Camina hacia mi y pienso que va a volver a tocarme, pero solo lo hace porque la puerta está a mi espalda. Cuando pasa por mi lado no me mira, no me roza, es como si de pronto no quisiera saber nada de mi. Kay abre la puerta y se dispone a salir, pero antes de cerrar se para en seco dándome la espalda.

-No tardes en pensar las cosas Liese, los días que me quedan en este lugar de mierda están contados.- y entonces se va.

La cabeza empieza a darme vueltas: culpabilidad, deseo, preocupación, miedo...Miedo. Sobre todo miedo, pero, ¿por qué? Miedo porque me pillen, porque lo cuente, ¿o por que existe la posibilidad de que Kay se escape y no vuelva a verlo más?

Intento negarme a esa idea, no puedo aceptar que siento lo más mínimo por Kay, simplemente no puedo permitírmelo. Puedo imaginar miles de finales posibles en los que termino con él y en ninguno salgo bien parada, y él menos, pues sus antecedentes no ayudan en lo absoluto. 

Maldigo mil veces el día en el que el Internado masculino se derrumbó y los milagrosos aparecieron en mi vida. Especialmente Kay.

KAY

Salgo de la habitación de Liese echando hostias. Miren que soy inestable e impredecible, pero ¿y ella? Ella es mucho peor, no hay quien la entienda, literalmente podría donar su cerebro a la ciencia para que lo estudien.

-Te veo enfadado.- me dice Derek en el momento en el que entro en la habitación. El está sin camiseta como de costumbre, acostado en la cama leyendo un libro.

-Tienes el libro al revés.- le comento cuando leo el título del mismo al revés. Empiezo a quitarme mis pulseras y cadenas de plata para dejarlas sobre mi mesita de noche.

-Uy.

Ruedo los ojos y no puedo evitar reírme. Noto como me relajo poco a poco. Me pongo el pantalón de pijama y me acuesto en mi cama.

-Derek, necesito salir de aquí. No quiero seguir esperando, quiero dejar este sitio atrás.- le empiezo a decir en voz no muy alta mientras juego con un elástico con mis dedos. 

- Yo también.- él cierra el libro y lo deja en su mesita.- Pero no sé, llevo días pensando en como podríamos hacerlo y en todas mis opciones terminamos torturados o muertos.

-No, si no nos pillan. 

-Nos van a pillar.

-Quizás no...Quizás podamos salir de aquí algún día. 

-La chica se viene, ¿no?- me pregunta. Yo suelto una risa nasal nada simpática.

-¿Liese? Esa no va ni a mear sin pedirle permiso a la bruja Mathilda.- no dejo de mirar el jugueteo de mis dedos con el elástico, pensativo. 

Recuerdo el beso, cada momento, cada detalle. Siento la necesidad de estar en contacto con ella, pero eso no es lo que más me preocupa. Me asusta el sentimiento de protección, y muy a mi pesar, posesividad que tengo con ella. Me molesta no poder controlarla, me molesta que sea impredecible, me molesta que me lo ponga tan difícil, y eso solo me pasa cuando alguien me gusta más allá de lo físico. Cualquier chica en la que esté sexualmente interesado y se haga la difícil para hacerse la interesante queda tachada de mi lista. Si no siento nada por ti, ¿para qué voy a currármelo? Sin embargo, Liese es diferente. 

Obviamente imagino con acostarme con ella, besarla, tocarla, hacerla sentir placer gracias a mi, pero también me imagino saliendo con ella de aquí, haciendo algún plan diferente o simplemente abrazarla mientras duerme. Su olor, sus facciones, su voz, su cuerpo...Todo en ella me hace sentirme atraído y eso me tiene muy jodido. Bueno, soy consciente de que siento algo muy fuerte desde el día en que fui capaz de delatar a Franziska para que a Liese no le pasara nada.

Desde el día en el que estuve dispuesto a sufrir el peor de los castigos para que ella estuviera a salvo.

PecadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora