KAY.
Los próximos días en el Internado son tan tensos como aburridos. Todo lo que me proporcionaba diversión ya no me hace caso, y con eso me refiero a Liese. Desde el beso se ha pasado tres días evitándome por completo, ni siquiera hemos cruzado miradas, pero por una vez no me ha apetecido olerle el culo, así que he aprovechado para centrarme en idear un plan de escape, pues no hablaba en broma cuando le dije a Liese que mis días aquí dentro son contados.
Se me han ocurrido varias cosas: la primera, simplemente coger ciertas lanzas que tienen de decoración en los pasillos y atacar a diestro y siniestro, pero no es momento de formar una escena de Tarantino aquí, pues necesito llamar la menor atención posible; también pensé en saltar de una ventana abajo, pero está todo rodeado de guardias y no se si conseguiría salir ileso; y por último, he pensado en hacerme el muerto y que me saquen en un saco y después huir, pero nada me garantiza no asfixiarme o que me entierren vivo. Así que no tengo nada.
Estoy en el gran salón, sentando en un sillón rojo, con una libreta y un bolígrafo en la mano al que no paro de darle vueltas sobre mis dedos mientras lo observo fijamente, sacándole todo el jugo a mi cerebro para idear un plan genial, pero lo único que he logrado escribir en dos días está tachado y descartado.
Alumnos entran y salen, pero no hay rastro de Liese por ninguna parte, solo la he visto de refilón en el comedor y en los pasillos, y eso que vive enfrente de mí. Entonces, Franziska entra, con unas gafas opacas y sujetada a sus dos amigas, las cuales la guían para que no se choque con nada.
Cada vez que la miro siento una punzada de dolor y culpa en el pecho. Me siento tan culpable...Franziska era tan guapa, sus ojos eran increíbles, y ahora solo le quedan dos agujeros negros horribles, todo por mi culpa. Y es en este momento, mientras observo a Franziska sentarse con dificultad en un sillón igual que el mío, que recuerdo el motivo por el que le ocurrió todo.
¡El móvil! ¡El maldito móvil! Puedo usarlo para contactar con alguien de fuera y que me ayude a escapar, pero ¿a quién? No recuerdo el número de ningún conocido de confianza, pero quizás Dereck sí, así que me levanto con rapidez y troto hasta mi habitación, pero cuando abro la puerta mi amigo no está dentro. Doy una ojeada rápida y cierro de nuevo. Me doy media vuelta y lo busco en los vestuarios, en el comedor...Pero no hay rastro de él.
Lo intento por última vez en la zona de deportes y lo busco por la cancha de baloncesto, y efectivamente ahí está, con otros dos chicos, ambos bajitos y pelirrojos, diría que son hermanos por su gran parecido, y Dereck juega con ellos, pero los pobres hermanos no consiguen quitarle la pelota. Empiezo a caminar para acercarme a él, pero antes de que me vea, me fijo en como una melena negra enorme y ondulada ondea en el aire sobre una yegua del mismo color que la chica que lo monta, en una pista de tierra completamente vallada.
Liese mueve sus caderas al ritmo del galope del animal, viéndose elegante, segura y extremadamente sexy. El control que tiene sobre su yegua, la forma en la que su cuerpo se mueve al compás y como el pelo de ambas ondea en el aire me hace observar la escena con la boca abierta. Sigo observando para ver como Liese dirige a su yegua hacia un obstáculo de un metro de alto, quizás un poco más, y lo saltan sin ningún tipo de problema, ella lo hace ver fácil. Yo sé montar, pero lo básico, no he saltado en mi vida.
- ¡Sécate la baba, Kay!- me grita Dereck desde la cancha. Eso me saca de mi hipnosis y miro a mi amigo con una sonrisa de boca a boca. No se si Liese lo habrá escuchado, pues no cambia en nada su actitud, pero conociéndola, puede que simplemente se esté haciendo la loca.
- ¡Y tú métete con los de tu tamaño! -le digo, refiriéndome claramente a que está jugando con dos chicos mucho más bajitos que él.
Dereck también se ríe. Les lanza la pelota a los pelirrojos, los cuales consiguen jugar por fin y mi amigo se acerca trotando hacia mi, sudando como un pollo.
ESTÁS LEYENDO
Pecadores
RomanceCuando en un internado estrictamente religioso de chicas entran todos los chicos del internado masculino, las cosas pueden torcerse. Sobre todo si dos de ellos están dispuestos a cometer cualquier pecado. Cuando la tentación de pecar se vuelve inevi...