XVII

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17.45.

Justo cuando el profesor termina de anunciar que solo nos quedan treinta minutos para finalizar, el ruido de algunas sillas arrastrándose por el suelo me hacen salir del trance en el que me encuentro mientras relleno las hojas en blanco de mi examen. Levanto la cabeza y el estómago me da un brinco cuando veo a Kay, a Derek y a otras tres personas más entregar los exámenes. Todos tienen un aspecto inquieto y nervioso.

Miro hacia mi derecha y compruebo a través de la ventana que el cielo está impregnado de un naranja tan intenso como el fuego, incluso ciertas nubes se tornan de un color violeta y rosa. Es uno de los atardeceres más bonitos que he visto nunca, pero a su vez es uno de los que menos me gusta. Se lo que significa que el sol se esté poniendo: se marchan ya.

Miro a Kay en cuanto me doy cuenta de lo que está sucediendo. Él ya me estaba mirando, sus ojos desprenden tristeza y adrenalina a su vez. Yo arrugo las cejas, y trato de rogarle, de suplicarle que no lo haga negando con mi cabeza de manera sutil. Mi mente no paraba de repetir: "Por favor, no lo hagas. Vuelve a tu sitio", pero no sirve de nada, pues en menos de que me de tiempo a procesarlo, Kay y sus amigos salen por la puerta, mientras yo no despego mis ojos de su ancha espalda hasta que la pierdo de vista.

Pasan unos quince minutos más y yo considero que ya estoy lista para entregar mi examen. No he escrito mucho mas, pues desde que Kay se marchó no he podido volver a concentrarme. Algo en mi me decía que no era real, que el plan quedaría en una mera fantasía y un plan fallido, pero no es así. Es real y está ocurriendo.

Cuando entrego el examen y voy a firmar, logro ver de reojo, a través de la puerta, a Saskia, la cual ha terminado su examen unos cinco o diez minutos antes que yo, lo cual no me sorprende en lo absoluto. Ella es una máquina de los estudios. Lo que si me sorprende es verla hablar con la Instructora Mathilda casi al final del pasillo. No llego a entender lo que están hablando, pero veo como Saskia le hace gestos hacia el pasillo, a los baños, a la ventana...Y es justo en este momento cuando mi piel se pone de gallina como si de una ráfaga de viento congelado se tratara. Algo en mi me dice, o más bien me advierte, de que Saskia escuchó lo de la fuga y le está contando todo, y todo cobra sentido en mi mente ahora: el hecho de que estuviera despierta de repente anoche; por qué dijo que hoy iba a ser un día duro; como salió pitando de la sala cuando ella siempre se queda hasta el final revisando una y otra vez el examen...Lo sabe todo, y lo está contando.

Firmo con cierta torpeza el papel que me da el profesor, sin despegar mis ojos de la puerta. Salgo casi corriendo de la sala y las sigo a ambas con sigilo. Necesito saber que harán y sobre todo si ellos- y con "ellos" me refiero a Kay, Derek y los otros tres- todavía tienen alguna oportunidad de escapar.

-Creo que se han ido por el baño- escucho a Saskia decirle a la Instructora. Los tacones de ambas hacen eco por todo el pasillo, por lo que es mas sencillo seguirlas. 

Una vez llegan al supuesto baño, yo me escondo tras una columna y miro cuidadosamente lo que estás haciendo. No tardo demasiado en comprobar que efectivamente los han visto, pues ambas salen corriendo en dirección contraria, de vuelta a salón. Pasan tan rápido que ni siquiera logran verme, y lo único que escucho en estos instantes a parte de sus tacones chocando fuertemente contra el suelo de mármol del internado son los gritos de la Instructora Mathilda diciendo en voz alta y clara: "¡Gobernador, se escapan, Los Milagrosos se escapan!                   

  Sin dudarlo dos veces, salgo corriendo tras ellas, pero esta vez no es curiosidad lo que siento, sino miedo, miedo porque puedan hacerles algo a los chicos, sobre todo a Kay. Soy consciente de que este no es su sitio y estoy segura de que si lo trajeran de nuevo a la fuerza volvería a intentar a escapar hasta que lo consiguiera o hasta que lo mataran. 

PecadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora