Cuando llegamos a la cafetería. Lara se quedó mirando con una mueca de asco el lugar, le entendía, cualquier persona con dos dedos de frente y un par de ojos se daría cuenta de que era obvio que esa cafetería no era la mejor de la ciudad.
El marco de la puerta era de un violeta chillón, que solo empeoraba el amarillo que han escogido para las paredes, y que al parecer en ese entonces les pareció bonito, -spoiler; eso de bonito tenía lo que yo de paciencia-. Para rematar, y añadirle más belleza -notese el sarcasmo- decidieron poner un cartel de luces neón violetas, también, en donde en grande se apreciaban el nombre de la cafetería; HAPPY COFFEE.
Nunca me gustó este lugar, me daba muy mala espina, pero era el único que aceptaba a menores como trabajadores. Tuvimos que falsificar un documento que Bethany firmó, haciéndose pasar por mi tutora legal, para que me pudiesen aceptar.
Arrastre a una Lara con cara de vomito al interior del local, ya llegábamos muy tarde como para que se pusiera a admirar la fachada de la cafetería,.
Al entrar, la campanita que colgaba de la puerta, anunció nuestra presencia, mientras toda la atención de los ahí presentes se concentraba en nosotras.
Entre las cinco cabezas que miraban en nuestra dirección, reconocí la de Ian que nos dedicó una sonrisa. Spencer, el jefe de la cafetería que negó con la cabeza en desaprobación. Javier, el cocinero, y una chica que reconocí como la prima de Ian, quién nos sonrió nerviosamente. A un lado de la mesa, había un chico del que desconocía que nos miraba con sus oscuros orbes llenos de curiosidad, me miraba fijamente. Con mi instinto de competitividad saliendo a la luz, me negué a apartar la mirada, y me dispuse a seguirle el juego.
Como si ambos hubiésemos hecho un pacto silencioso con la mirada.
Finalmente el chico aparto la mirada. Sonreí victoriosa y me dedique un rato mas a apreciarlo. Llevaba la capucha de la sudadera puesta, podía ver como mechones oscuros sobresalían de esta, de forma desordenada por su frente. Estaba en una posición relajada, con sus largas piernas estiradas bajo la mesa.
–Tu a lo tuyo Eleanor, haz como si no acabaras de llegar 20 minutos tarde, yo te espero.– La voz de Spencer, interrumpió. Suspiró con desgana. – Podríais hacerme el favor de sentaros las dos, bastante tenemos con que hayáis llegado tarde.
Nos dirigimos a los asientos restantes de la mesa, mientras sentía la mirada del desconocido en mi. Cuando quise comprobarlo, este ya estaba prestando atención a Spencer, que al parecer había retomado la charla.
Estábamos en una reunión -por así decirlo- del personal de la cafetería en la que empezaría a trabajar como todos los años. Llevo dos años trabajando aquí, y no tendría que venir a esta reunión, si no fuera porque nos han cambiado de jefe. Durante años anteriores, el jefe fue Simón Anderson, propietario de la cafetería. Un hombre agradable de unos cincuenta años, pero por motivos personales, tuvo que darse de baja. Así que por esa razón Lara y yo estamos aquí. Spencer es el hijo de Simón, y el retomara el puesto de su padre.
Se me empieza a hacer aburrida la charla. Llevamos cuarenta y cinco minutos escuchando la molesta voz de nuestro nuevo jefe, que en mi opinión solo decía tonterías. Ya me se la charla de sobra y no veo necesidad de que nos la estén repitiendo cada año.
Parece que mi amiga piensa lo mismo que yo y que todos los presentes, así que interrumpe al anfitrión
–Señor Anderson, en lo que a remodelaciones respecta, tengo un par de ideas, que me gustaría compartir. – dijo Lara alzando su mano. Spencer se calló de inmediato para mirar a Lara y asentir con la cabeza, invitándole a continuar. – Bueno, para empezar, creo que los colores escogidos para la fachada, no son muy adecuados, más que una cafetería parece una guardería. La iluminación aquí dentro es horrorosa, el bar es viejo y la madera de las mesas está desgastada, el grifo tiene cal y en el baño de mujeres se necesita un espejo más...–no había palabras para definir como era ese espejo–.. decente. De nada sirve todo lo que está diciendo, nosotros hacemos nuestro trabajo pero si de verdad quiere mejorar, y tener una cafetería digna , vaya invirtiendo en las remodelaciones, que aún hay mucho por arreglar.
ESTÁS LEYENDO
KARMA //editando//
RandomMamá se encontraba en la cocina preparando mi chocolatada preferida, papá estaba junto a mi con la mirada perdida en la pantalla del televisor, amaba la ilusión y la admiración que veía en sus orbes cada que observaba o hacia algo que le gustaba. So...