Realmente odio este lugar.
Estaba harta de estar rodeada por estas cuatro paredes amarillentas y cutres de mi habitación en el orfanato. No es como si quisiera pintarlas de rositas y unicornios, pero, ¿Amarillas? ¿En serio?.
Creo que lo único que me gustaba de esta —sosa— habitación, era la cama, se
encontraba debajo de la -minúscula- ventana que estaba incrustada en la pared de enfrente. Era el lugar más cómodo, y donde más tiempo pasaba. A un lado de la cama estaba el armario de roble empotrado en la pared, no era muy grande, pero sí lo suficiente para que las pocas prendas que tenía, cupiesen en su interior.Me abalancé sobre la cama, hoy iba a ser otro día aburrido, y prefería pasarlo
durmiendo y leyendo, que viendo a los
insoportables niños del orfanato.—Eleanor, es la hora de comer, sal de ahí— la voz de la señora Bethany logró
sacarme de mis pensamientos, mientras daba suaves golpes en la puerta.Me quedé en silencio, para que captará el mensaje de que salir de esta habitación en lo que quedaba de día, no estaba en mis planes.
—Eleanor, se que estas dentro, por favor, sal.— volvió a insistir.
—No tengo hambre— respondí, gélida.
Mi tono no se debía a que odiara a Beth, de hecho es la que más me agrada, comparada con los demás del servicio. Pero a veces podía resultar estresante su insistencia.
—Eleanor, no lo repetire mas, ven a comer— lo último sonó más como una orden que como una sugerencia.
—Que parte de "No tengo hambre" ¿No entendiste Beth?— replique con
impaciencia.—No te pregunté si tenías hambre, o no, te dije que salieras de ahí dentro, no
pienso dejarte en esa habitación toda la vida.—Tengo 17 años Bethany, por el amor de dios, déjame en paz.
—No lo parece, mas bien pareces una niña de 6.
A regañadientes, salté -literalmente- de la cama y fui directo hacia la puerta. Puse mi mejor cara de exasperación y abrí la puerta encontrándome con la sonrisa arrugada de Bethany. Ella era de estatura media, un tanto robusta, rondando por los sesenta, llevaba puesto el uniforme de cocinera, y un delantal en el que tenía grabadas en tinta, las palabras "Cocinar con amor, alimenta el alma" <<muy cursi para
mi gusto>>.—¿Qué quieres?— le pregunté rodando los ojos.
—Podrás tener diecisiete o cuarenta años, pero a mi me respetas jovenzuela— demandó con una postura seria, pero con una mueca divertida.—Vamos Eleanor, no seas así, baja a comer por favor.— cualquier indicio de burla, se esfumó de su rostro para dejar paso a la preocupación.
—De acuerdo.— accedí a regañadientes.
Beth emprendió felizmente el camino en dirección a las escaleras que llevaban al comedor, mientras yo cerraba la puerta de mi habitación, maldiciendo por lo bajo, la capacidad que tenía Beth de convencer a las personas.
Minutos después, me encontraba en el comedor, sentada en una de las mesas del fondo comiendo el puré de patatas de sospechosa procedencia, que tocaba hoy en el menú.
Un niño pequeño -de unos ocho años más o menos- se acercó a mí, con intención de sentarse en una de las sillas vacías que había en mi mesa <<Lo que me faltaba>> pensé. Fulminaba al niño con la mirada, a la espera de que se retirara, pero él no pareció captarlo, así que antes de que se sentara, puse mis pies sobre la silla. El niño me miró ceñudo, consiguiendo que yo también enarcara una ceja.
Pareció pensárselo mejor, porque antes de que me diese cuenta, ya se había
alejado. Sonreí, victoriosa.—No había necesidad de espantar al pobre chico— escuche a mis espaldas, lo que reconocí, como la voz femenina de Lara, mi mejor amiga.
—No estoy de humor para soportar a niños.
—Nunca estás de humor para nada— se quejó sentándose en la silla donde
anteriormente se encontraban mis pies— aburrida— susurró.—Te he escuchado.
—Bueno, no me vas a negar que a veces eres muy aburrida.
—Tampoco soy tan aburrida, – Lara alzó la ceja– Bueno, quizás un poco,–rectifique– pero es que hoy me levanté con el pie izquierdo
—No me lo esperaba— respondió con fingido asombro— nena, sin ofender, pero te conozco lo suficiente para saber que eso no se debe al "pie izquierdo".
Vale, es cierto, quizá se deba a que otra vez volví a tener pesadillas, pero no es algo que pueda controlar, y por eso es que estoy de mal humor.
Lara era lo que se podría considerar mi mejor amiga, ya que era la única de mi edad y con la que me sentaba en el comedor. A diferencia de mi pelo castaño y ojos verdes, ella era rubia de ojos miel, era muy bonita para ser sinceros, era dulce y delicada, se asemejaba a una pequeña muñeca de porcelana frágil y de cuerpo delgado.
En cambio yo era alta y esbelta con porte regio, deportista, un tanto intimidante, ya que siempre tengo un aura de seguridad rodeandome, quizá un tanto egocéntrica, pero nada más.
Así que la diferencia entre Lara y yo, era palpable pero, teníamos una triste realidad en común, ambas estábamos encerradas en esta cárcel a la que llaman orfanato.
—Ya lo sé Lara, no soy tonta.
—Y.. ¿Que ha pasado?¿Como es que hoy a decidido honrarnos con su presencia majestad?¿Que le hizo cambiar de opinión a su alteza?— preguntó con fingida educación.
—Beth. Que me ha obligado a bajar.— conteste distraída.
—Esa mujer es un solecito, deberías agradecerle.— sugirió, mientras empezaba a devorar con apetito. No lo entendía, su metabolismo le permitía comer como una cerda y no engordar, sin necesidad de ejercicio, en cambio yo bebiendo agua subo cincuenta kilos. Por eso es que siempre salgo a correr en el enorme patio del orfanato, para evitar convertirme en una vaca humana.
—Ajá— respondí con desinterés, dando por zanjada la conversación, soy chica de pocas palabras.
Lara pareció entenderlo, por que no volvió a sacar un tema de conversación, y lo agradecí.
º º º
N/A: Hasta aquí el primer capítulo, gracias por leer, nos vemos
en el siguiente.
UN BESO<3RRSS:
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KARMA //editando//
RandomMamá se encontraba en la cocina preparando mi chocolatada preferida, papá estaba junto a mi con la mirada perdida en la pantalla del televisor, amaba la ilusión y la admiración que veía en sus orbes cada que observaba o hacia algo que le gustaba. So...