Qué más da el título...

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  Una cama vacía.
Millones de papeles en la mesa.
Unos libros que no cuentan nada.
Unas paredes que claman libertad.

Todo es monótono.
Hasta cuando cocino
e intento hacerlo de forma especial.

Es como un reloj,
tic tac, tic tac.
Siempre igual.
Para qué cambiar.
Así el tiempo pasa
como tú,
que pasas del tiempo y acabas culpándolo a él.

Tic, tac.
Y mi cama sigue igual.
Y los papeles siguen sin contar nada.
Los mundos que antes me apasionaban, ahora me atormentan...
Y el tic, tac... no acaba.

No sé qué me preocupa.
Si el tiempo que sé que pierdo
o el tiempo que paso pensando en lo que no debo.

El tiempo prisionero de miles de poemas escritos para él.
Pero da igual.
Éste seguirá pasando y nosotros seguiremos escribiéndole.
Carpe diem, dicen.
Rompe el reloj, digo.

Pero da igual.
Tu sigues ahí y yo sigo aquí.
Y nos separa las ganas de estar en el mismo sitio.
Compartiendo el tic, tac,
las canas y la cama.

Culpamos a la vida
cuando nosotros nos empeñamos en no cambiarla.
Culpamos al humano
cuando no tenemos lo que nunca nos hemos propuesto.
Culpamos a todo,
menos a nosotros mismos.
Y la culpa me atormenta porque culpando
a mi cama, a esos papeles o esos libros... sigo sin cambiar nada.

Tic, tac.
Y no he dicho nada que no sepas.
Tic, tac.
Y yo sigo permitiéndome excusas.
Tic, tac.
Y cuando menos te lo esperes esto acaba.
Tic, tac.
Murió.  

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