Extra 1: La pequeña flama

604 89 14
                                    

Su corazón estaba roto, su mente probablemente también, había perdido a la última persona que consideraba su familia y con ello ya no le quedaban razones para contenerse, ya no debía decirse a sí mismo "no lo hagas, piensa en las consecuencias".

No había nadie más a sus espaldas, nadie a quien proteger, y esas personas que habían causado su miseria seguían siendo las mismas, no fue necesario que hicieran un gran comentario, ni siquiera recordaba qué habían dicho, solo necesitó ver sus sonrisas malvadas para dejar que sus impulsos libres.

Sus puños golpearon con fuerza a uno de ellos, recibió heridas de vuelta, pero teniéndolo en el suelo destrozó su rostro con sus puños hasta que dejó de moverse, tomó sus armas y arremetió contra todos los que se atrevieron a desafiarlos, jamás había imaginado que matar se sentiría así, siempre tuvo miedo de alejarse de su humanidad, pero ahora que los cuerpos caían inertes, le parecía que no era suficiente.

No pudo escuchar los gritos de las personas, solo seguía luchando sin importar las heridas que conseguía en el camino, tenía demasiado odio en su corazón, había demasiada injusticia en ese pueblo, necesitaba acabar con los guardias corruptos, con los mercaderes abusivos, con los grandes señores que habían secuestrado a su hermana y prometida.

Los mató uno por uno, pero sus fuerzas no eran infinitas ¿Cuándo fue la última vez que había comido? ¿Cuándo pudo dormir una noche completa sin llorar hasta el amanecer? No lo recordaba, pero le habría gustado preocuparse más de esos detalles para obligar a su cuerpo a responderle.

Un sujeto lo agarró y tiró al suelo para golpearlo, no tuvo la fuerza de detenerlo, sin embargo, no era necesario, los aldeanos habían sido influenciados por sus acciones, continuando la matanza de sus opresores, alguien le quitó a su atacante de encima, pero no logró levantarse, sus ojos seguían observando todo alrededor mientras su corazón desgastado latía cada vez más lento y pausado.

La sangre cubría todo, su cuerpo, las calles, las personas, los cadáveres... Y entre toda la multitud una figura espeluznante sonreía, murmurando palabras horribles, lo recordaba, él lo había maldito, él era el causante, tenía que levantarse, tenía que matarlo.

De pronto el silencio.

Se levantó, pero su cuerpo quedó en el suelo.

No era más que una triste alma incapaz de hacer nada para cambiar lo que ocurría en el mundo mortal.

Quería gritar, quería llorar, quería terminar lo que había empezado pero una vez más el cielo estaba en su contra y le negaba la posibilidad de realizar cualquier cosa que le trajera la más mínima satisfacción.

La pequeña flama se quedó horas y luego días en el mismo lugar, en un callejón que al igual que su vida no le importaba a nadie, y aunque las otras almas se dirigían al más allá, He Xuan no podía dejar de sentirse aferrado al mundo terrenal.

La sangre de las calles se limpió, las lámparas iluminaron la partida de los difuntos, pero él se sentía avergonzado ¿Cómo podría darle cara a su familia después de haberles prometido hacer justicia en sus nombres?

Cada instante no podía dejar de pensar en todo lo que no había podido ser, no pudo ser un oficial imperial luego del examen, no pudo ser un esposo responsable, no pudo ser un hermano protector, no pudo ser un hijo diligente, no pudo ser un comerciante exitoso, no pudo asesinarlos a todos... No pudo acabar con ese demonio... Ni siquiera pudo comer algo decente por tanto tiempo...

La pequeña alma quería llorar, pero ni siquiera eso podía hacer, no tenía un cuerpo para producir lágrimas, solo sentimientos dolorosos para atormentarlo.

Le habría gustado tanto poder ser feliz...

Pero esa pequeña bolita brillante de tristeza y odio solo se sumergía en la oscuridad, sin nadie que escuchara su dolor, sin nadie que le prestara atención al pasar por ese callejón, estaba tan solo, hacía tanto frío, sentía tanta hambre, pero no había persona alguna que pusiera ofrendas para él en ningún lugar.

Las tinieblas lo rodeaban y pronto no fue capaz de ver nada, solo sentirse miserable...

-...riño- una bonita voz sonó desde la oscuridad –Cariño, despierta, estas teniendo una pesadilla.

He Xuan tenía las mejillas empapadas por lágrimas y unas manos delicadas acariciaban su frente con sumo cuidado mientras le hablaba para despertarlo.

Cuando notó que esos recuerdos estaban en el pasado y que su presente era completamente distinto, se aferró a la persona que amaba y escondió su rostro en su pecho, soltó un último sollozo afectado por esa pesadilla.

-Ya... Ya pasó, mi niño lindo no debe tener miedo, yo ahuyentaré esas pesadillas con el viento de la mañana- Shi Qing Xuan sopló un poco despejando el cuello de su esposo, sus cabellos cayeron sobre la cama y así tuvo el camino libre para dar unos cuentos besitos en ese lugar.

-Me haces cosquillas- He Xuan se estremeció y se limpió la cara para mirarlo mucho más tranquilo.

-¿Qué estabas soñando cariño?- preguntó el maestro del viento preocupado.

-Ya no lo recuerdo- contestó el maestro del agua encogiéndose de hombros y robandole un beso en los labios -Alguien ahuyento mis pesadillas y ya se fueron lejos.

-Espero que no haya ahuyentado tu apetito porque preparé el desayuno, anda, vamos a comer juntos.

He Xuan suspiró aliviado, esa cálida persona era todo lo que necesitaba, pensaba que incluso sus días en la oscuridad habían valido la pena para poder llegar a este momento, vivir con su persona más importante, ser afortunado de que él fuera lo último que veía antes de dormir y lo primero en despertar, y declararse amor eterno cada día sin motivo alguno.

El maestro del agua se levantó perezoso abrazado de la cintura de su esposo, lo obligó a sentarse sobre sus piernas al desayuno solo para poder seguir abrazándolo.

Recibió bocadillos en la boca, una brisa refrescante en su piel y la compañía perfecta que había esperado toda su vida.

La segunda oportunidad del maestro del vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora