Lo curioso de pedir perdón

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Me parecen curiosas las personas que piden perdón por cualquier cosa. Todos conocemos a alguien que se disculpa por todo, o somos nosotros. No es una disculpa por una acción o por alguna molestia que se haya podido causar, suele ser una disculpa por la propia existencia.

A algunas personas les pasa, no se sienten bien y se disculpan siempre, aunque no tengan la culpa de nada o ni siquiera hayan hecho algo malo. Simplemente se disculpan. Se ven a ellos mismos como una carga y no son capaces de ver lo maravillosos que son. Las personas que más se disculpan ocultan inseguridades y vergüenzas que no muchos entienden y, por no querer explicarlas o por no tener con quién hablar sobre el tema, se disculpan, por ser diferentes, por ser quien son.

Todos nos equivocamos y sabemos cuándo un error a perjudicado a alguien o una opinión no era oportuna. Todos somos humanos y tenemos ese derecho, el derecho de una segunda, tercera o las oportunidades que hagan falta para enmendar determinados errores, los que se arreglan con una disculpa, un simple "lo siento". Otros no se pueden perdonar y no se deberían tachar de errores, esos errores suelen ser siempre a propósito de herir o hacer daño esperando una reconciliación con una futura disculpa.

Ojalá todo fuese tan sencillo, ojalá todos fuésemos capaces de perdonar. Así ciertas personas no sufrirían tanto. Es por eso que cuando conozco alguien con esta característica trato de negarles la disculpa, no tienen por qué hacerlo, no hay de qué disculparse, no me deben nada, más bien les debo más por su presencia, que es muy preciada.

En ocasiones los nervios no ayudan y este rasgo se vuelve todavía más común, como cuando estás con alguien que te gusta, te sientes pequeño, insignificante frente a esa persona. Sientes que si no te disculpas por todo algo saldrá mal, que no te mereces estar ahí y no lo estarás más si no pides perdón por todo. Es horrible. Cada disculpa causa más nerviosismo y éste trae consigo más disculpas. Se entra en un bucle del que parece imposible salir pero llega un momento en el que os miráis, sonreís y, como por arte de magia, esa necesidad de redención continua y de tanto perdón desaparece. Ya no está. Se va. Se empiezan a entablar conversaciones y cada vez hay más fluidez y soltura. Es una sensación maravillosa, a la que es muy complicado llegar.

Me gustaría poder volver a encontrar, que digo volver, encontrar por primera vez. Encontrar ese algo más que amistad, saber que las disculpas desaparecerán y empezará la aceptación, cada rareza será un mundo a descubrir. No hay que pedir permiso por descubrir un nuevo mundo ni hay que disculparse después de hacerlo.

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