De dónde proviene nuestra curiosidad si no es de la naturaleza, del mundo. Pero también de lo que no podemos llegar a atravesar con la vista sin ayuda de ningún instrumento. Hablo del cielo. Esa gran cantidad de nada, todo, o combinación de colores que nos hacen creernos los mejores fotógrafos del mundo al capturar una buena imagen.
Lo más curioso del cielo es la atención que le podemos llegar a prestar, incluso estando con alguien. Es, posiblemente, la mejor excusa para iniciar cualquier conversación. Es maravilloso cuando paseas con esa persona especial, estando o no con más compañía y, sin estar hablando, de repente recuerdas que sobre vuestras cabezas está presente eso de lo que podéis hablar, sin incomodidades. El cielo nos ofrece infinidad de escenarios y, aunque haya quienes no puedan disfrutar de él completamente debido a la contaminación lumínica, siempre se puede jugar a algo tan sencillo como buscar la luna entre tanto foco, fingiendo indignación y descontento al no poder verla. Pero realmente no se busca a nuestro adorado satélite, sino la mirada de la persona que tienes al lado, perdida en el cielo, con las pupilas dilatadas, mostrando curiosidad e interés.
El cielo no es sólo una excusa para temas de conversación, también se puede usar para quedar, pues qué mejor que ofrecer compartir una puesta de Sol, saber que, sin establecer contacto visual, ambas miradas se centran en nuestro astro, que nos regala unos tonos naranjas y rosas sin precio alguno, y más valiosos todavía si esa persona está ahí, a tu lado, disfrutando. Terminar de ocultarse la gran estrella y cruzar las miradas, sonreír mutuamente, relajarse. Debe de ser maravilloso, así como después esperar a la noche y jugar a buscar constelaciones, o mejor todavía, inventarse unas propias, entre vosotros, como jugando a ver figuras entre las nubes. No cansarse hasta el amanecer y ver como se inicia de nuevo el ciclo, nacimiento del cielo, proporcionando unos colores menos naranjas que en el ocaso, pero más rosados y con matices azules que marcan el comienzo de un nuevo día.
Hay infinidad de cosas que hacer gracias al cielo, nos proporciona también la lluvia, que nos permite el gran cliché de bailar hasta acabar empapados, con los ojos entrecerrados, pero con una sonrisa de oreja a oreja cantando desafinados y a gritos, disfrutando del agua. Cuando el cielo se enfada y hay tormenta nos dice que nos quedemos en casa, que descansemos tapados por una manta y comamos algo mientras escuchamos la música estruendosa que componen los truenos, el viento y las gotas de agua contra el cristal de la ventana.
Desearía poder tener a mi lado a esa persona y que disfrutara del cielo tanto como lo hago yo. Quería agradecerle que he recuperado las ganas y el interés por volver a levantar la cabeza y observar el cielo, que tenía abandonado. Ya no se podrá escapar de mis fotografías a sus amaneceres, sus ocasos y sus cielos estrellados. Ahora tengo de nuevo ganas de capturar esos momentos de nuestro cielo.
ESTÁS LEYENDO
Curiosidad
RomanceSomos seres curiosos, que encontramos maravillas donde quiera que nos fijemos, sobre todo, en las personas, pero éstas se pueden relacionar con muchas otras cosas.