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Ignorando la advertencia del padre Taiju, el pueblo inicio la gran fiesta. Donde con el sonar de las trompetas y algunos tamboreos, además de castañas y panderetas, una atractiva música comenzó a sonar.

La luna roja brillaba en su más resplandeciente escena y las personas danzaban alegres, bebían grandes tragos de alcohol y vestían las pieles de otros lobos y animales salvajes, aquello era toda una tradición, pero nadie podía negar que a pesar de lucir salvaje y violenta, también era algo bastante atractivo... y sexy.

Pues las mujeres lucían sus mejores escotes y los hombres con poca ropa solo se cubrían con sus pantalones y las pieles que ganaban en guerras, portando en la cabeza la cubierta de los rostros de lobos, osos y algunos venados.

Para las mujeres casadas aquello era una excepción pues solo se dedicaban a vestir lo usual; vestidos largos y cubiertos, no había persona a quien provocar ya que ellas ya habían sido desposadas.

Para los hombres que no cazaban, era algo similar; llevaban sus pantalones, pero en lugar de vestir arriba el brillante pelaje de los animales, simplemente iban con el pecho desnudo, collares de colmillos y perlas, y la piel completamente limpia. El porqué de esto se descubriría mas adelante.

Las fogatas comenzaron a arder a lo grande y en alaridos alzaban la cabeza empalada del lobo gris que había sido cazado. Las mujeres comenzaban a subir el tono de sus bailes y la música iba cada vez mas estruendosa. Todos unos paganos... Algunos aldeanos portaban las mascaras de "Los tres cerditos" y unos más las orejas y cola de lobos simulando atacarlos por mera diversión, ya que no había nada más divertido que bromear cuando se estaba ebrio.

Para Baji aquellos actos eran divertidos, si, pero justo ahora no le interesaba aquello. Estaba muerto de desesperación por tener entre sus brazos a Chifuyu, pero sabía que debía de rendirse con el rubio. No tenía que ser para él y su misma madre se lo tenía prohibido. La vida era una mierda total.

Al mismo tiempo que el azabache se hundía en sus pensamientos, ignoraba por completo que estaba siendo observado por un par de ojos esmeralda que angustiado por su frialdad, le seguían por donde fuera, al menos hasta que sus amigos aparecieron.

—Ven, Chifu, tenemos que divertirnos y pasarla bien ¡Vamos a bailar!

Le incitaron los chicos y chicas animándole a que los acompañara al baile. Obviamente Chifuyu acepto. Aunque se preguntaba donde estaban ese par de gemelos que siempre lo acompañaban...

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A lo lejos de la fiesta, los guardias vigilaban las entradas al pueblo, firmes y derechos cual estatuas, al menos hasta que se pusieron a la defensiva pues habían escuchado un ruido entre los arbustos. De ellos, salió una cabellera esponjosa y azul que sostenía un pequeño conejo entre sus brazos. Lo bajo con cuidado y aunque se despidió de el, la liebre le seguía a todas partes, como si tuvieran una clase de unión.

—No, no, Snow, debes quedarte aquí o dentro querrán cazarte y comerte. Hoy hay fiesta... Vendré luego a verte ¿si?

Decía el adorable muchacho dándole una última caricia en su cabeza. El animal, casi como si pudiera entenderle se marcho, dejando consternados a los guardias que lo miraban.

—Que interesante... ¿Dónde aprendiste a hablar con los animales?

Pregunto el guardia pelinegro con una malicia en su sonrisa, misma de donde sobresalía la punta de su lengua como cada vez que estaba alegre o interesado por algo beneficioso.

El chico de la capa roja.- BajiFuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora