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CAPÍTULO DOS: EL TIEMPO LO CURA TODO.
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El tiempo lo cura todo, o eso dicen.
Pero aquel dicho presume que la fuente del mal es finita, nada más lejos de su situación. El responsable de todo lo que los Sohma estaban atravesando era una promesa que los condenaba a permanecer atrapados en el mismo ciclo sin importar cuánto tiempo pasara.
Una dosis de tiempo no haría el dolor desaparecer. El tiempo no curaría todo el sangrado interno que Akito y su cólera habían causado. Que el tiempo lo cura todo era una falacia, porque el tiempo posee el poder de curarte y de matarte. Y solo el tiempo decidirá cuál te corresponde, casi como un cruel verdugo que no tenía derecho a decidir por ti pero aún así lo hace... eso sí es similar a su situación.
Naoko tampoco culpaba a aquellos que proclamaban que el tiempo lo cura todo. Después de todo, si observaba el caso de Kureno, solo podía llegar a la conclusión que el tiempo había sido el responsable de su repentina liberación. Siguiendo esa hipótesis, ella solo tendría que sentarse y esperar... eventualmente, todo se solucionaría. No había otra cosa mejor que pensar así.
Sin embargo, no tenía tiempo. En cuestión de un año, Kyo sería encerrado por el resto de su vida. Además, no podía darse el lujo de solo esperar cuando las personas que le importan están sufriendo día tras día.
Por esa misma razón, Naoko estaba actuando. Ya no iba a continuar haciendo nada, ocultándose mientras la culpa la consumía por dentro. Su salvación significaba la condena de otros, estaba consciente. Por eso, lo daría vuelta. Se condenaría a ella misma si así podía brindarles un poco más de tiempo a las personas a las que les debía todo. Un poco más de tiempo para... ¿sanar?
Tal vez no sanarían. Tal vez sí. Pero lo que era un hecho era que sobrevivirían y tendrían la oportunidad de decidir sobre su vida. Eso era suficiente para Naoko: saber que nadie más estaría sujeto a Akito. Si eso implicaba su sacrificio o no... bueno, el tiempo lo diría.
