Bastian se sentó en la banca de la plaza a luego de haber corrido diez cuadras desde su casa, y yo lo observé mientras él miraba hacia arriba, miré hacia donde él miraba y logré ver a una mujer sentada en el suelo del balcón de su casa. Estaba tomando té. ¿Y cómo yo lo supe? Porque había un sobre al costado de su cuerpo, el sobre de té yacía en la baldosa, manchándola. Él no despegó su mirada de ella. Transmitía paz, tenía la mirada perdida y cada tanto cerraba los ojos.
La mujer tenía la misma edad de Bastian, lo sé porque la conocía. Soizic, ese era su nombre. Una mujer francesa de la misma edad de Bastian, no recuerdo su ocupación, tenía pareja, luego de unos segundos volví mi vista hacia Bastian. Seguía mirándola. Soizic se paró con parsimonia y sin despegar su vista del atardecer, entró a su casa y como cada vez a las cinco y media de la tarde, encendió la radio y Mozart llegó a mis oídos, a los nuestros. No fue por mucho cuando la mujer volvió al balcón y levantó el sobre de té del suelo, volvió a entrar y cerró las puertas que daban al balcón, las mismas que abiertas, permitían que la música de Mozart llegara a nuestros oídos. La mujer cerró las cortinas, y yo me reí, ya que parecía que se hubiera dado cuenta de que la estábamos observando.
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Para los íntimos, amor. |Bastian Schweinsteiger.
FanfictionUna vez más, y todas las veces. |Capítulos cortos|