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Desafortunadamente para mí, la nueva casa de Soizic no tenía vista hacia una plaza. Ya no podía pasar desprevenido mientras la miraba cada día a la misma hora, mas aquella esquina se había vuelto mi favorita.

Ese día me noté perturbado. Se acercaron las 17:20 y yo me encontraba a diez cuadras de la casa de la mujer, raramente me encontraba así. Sentía una angustia que intentaba reprimir. No estaba apurado, sabía que Soizic me esperaría como siempre.

Llegué 17:35. Justo a tiempo para verla sentada en la baranda de su balcón, con las piernas colgando hacia la calle. Ella era puro equilibrio. Sus manos estaban apoyadas en sus muslos, miraba hacia abajo, como si en cualquier momento fuera capaz de tomar impulso. Y caer.

Mujer con cara de niña, ambos sabemos que no lo harás. 

Para los íntimos, amor. |Bastian Schweinsteiger.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora